Permíteme que esta vez traiga un par de fotos en lugar de una sola como acostumbro. Creo que lo entenderás en cuanto las veas.
Contexto
En Cerdal, una pequeña localidad a sólo unos kilómetros de Valença, se celebra la multitudinaria feria de santos cada 1 de noviembre. El campo que rodea a la pequeña iglesia de Sao Bento da Lagoa se atesta de puestos desde primera hora de la mañana. Si las ferias semanales que se celebran en casi todas las localidades gallegas ya son un buen muestrario de cosas, en esta, la mayor del norte de Portugal, el catálogo es casi inabarcable e incluye desde animales como conejos, patos y palomas hasta tractores, pasando por todos los aperos imaginables en una granja. Tampoco faltan los puestos de comida y “viño verde”, en los que una “bifana” a media mañana puede ayudarte a aguantar hasta la hora de comer.
Me gusta llegar con tiempo. Estar en los sitios antes de que se llenen tiene muchas ventajas si vas a hacer fotos, así que siempre que puedo me doy un buen madrugón para aparcar con calma y localizar los lugares interesantes antes de que la actividad sea frenética.
Composición y técnica
Durante la primera hora me dedico a dar vueltas entre los puestos, es la primera vez que me acerco a Cerdal y quiero hacerme una idea de qué hay antes de que empiecen a llegar los compradores.
Camino a lo largo de las calles flanqueadas por tenderetes y al llegar al final de una veo un acordeonista que toca mientras su diminuto compañero sostiene un trozo de botella en el que la gente echa unas monedas. Hago un par de fotos (después de pedir permiso) y me voy.
Cuando vuelvo unos minutos después ya tienen público y la situación se ha vuelto mucho más interesante. Así que me coloco a un lado y compongo de manera que la fila de espectadores quede al fondo. Selecciono, en modo prioridad a la apertura, una apertura grande para aislar al acordeonista y a su “socio” del fondo, f/4 es suficiente para que se reconozcan los gestos del público sin que su nitidez estorbe al primer plano. Hago varios disparos y espero. Entonces la suerte se alía conmigo: el perrito me mira justo en el momento en que la mayoría de los espectadores dirigen sus ojos hacia él.
Click.

Ya es cerca de la una. El cielo se ha despejado e incluso hace calor. Voy saliendo del recinto enfilando su calle principal mientras me cruzo con la gente que no deja de llegar, seguramente pensando en comer en alguno de los restaurantes que dejo a mi espalda. Entonces paso al lado de una chica que lleva en brazos un perro, recuerdo la situación de arriba y pienso en lo distintas que pueden ser las vidas de los animales (y por extensión las de sus dueños).
Vuelvo sobre mis pasos y le pregunto si me deja hacerles una foto. Amablemente me dice que sí y me muestra orgullosa “su pequeña”. Encuadro haciendo que la perra ocupe el mayor espacio posible en el encuadre y la escoro ligeramente para que se vea parte de la otra mujer, que se resiste a perder el contacto con ellas.
Click.

De haber tenido el tiempo y el aplomo suficientes hubiese cambiado el diafragma a uno mucho más abierto (al menos f/4 de nuevo, en lugar del f/8 que había fijado para las últimas fotografías de la mañana). Lección aprendida.
Imagina una imagen al lado de la otra. ¿No te parecen de dos mundos distintos?
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