En los talleres de composición me gusta cerrar la parte dedicada a lo que dejamos dentro del encuadre con una frase que parece una verdad de Perogrullo (de hecho, lo es) pero que, en cierta forma, resume todo lo comentado hasta entonces. Es esta:
El espectador sólo ve todo lo que hay en tu fotografía.
Justo a continuación suelo tapar alternativamente las palabras “sólo” y “todo” para convertir esa oración de arriba en dos, entre las que hay una sutil (pero importante) diferencia:
El espectador ve todo lo que hay en tu fotografía.
El espectador sólo ve lo que hay en tu fotografía.
Detengámonos solo un instante en cada una de ellas, por separado…
El espectador ve todo lo que hay en tu fotografía
A menudo nos sentimos tentados a explicar en qué tiene que fijarse quien ve nuestras fotos, lo que a veces también significa decir dónde no tiene que poner atención (“olvida este personaje de aquí”, “no te fijes en el fondo”,…).
Pero somos responsables al 100% del 100% del contenido de nuestras imágenes. Todo lo que dejamos dentro de esas cuatro líneas rectas que forman el encuadre contribuye a la fotografía que hemos decidido mostrar; quien la vea tiene todo el derecho a valorar cada centímetro, cada pixel, y a otorgarle la importancia que estime oportuna.
Nosotros tomamos una serie de decisiones que acaban poniendo nuestra foto frente a otros, a partir de ese momento esas personas tienen el poder de interpretarla y valorarla. Nos guste o no.
Podemos tratar de excusarnos por no haber esperado 1 segundo más y conseguir que alguien o algo saliese del encuadre, pero si no lo hemos hecho y está ahí dentro, forma parte de la fotografía. Se ve, por tanto importa, y más vale que aporte.
Cada vez que vemos una foto consciente o inconscientemente intentamos explicarnos la relación entre las cosas que contiene. Puedes ver eso como una presión añadida para el fotógrafo, o como una oportunidad para “ganar puntos”.
Porque dentro del encuadre podemos dejar cosas que se complementan (como en la imagen de arriba), pero también podemos incluir cosas que contrasten (supón que en lugar de una anciana moviéndose hubiese varias personas inmóviles), o cosas que no tengan ninguna relación entre sí. Cada una de esas posibilidades genera una respuesta diferente en el “lector” de la imagen, lo que nos da el poder de cambiar el resultado por completo, simplemente decidiendo qué incluimos y qué no.
El espectador sólo ve lo que hay en tu fotografía
A la vez no podemos pretender que quien ve nuestras imágenes maneje más información de la que le facilitamos.
Dicho de otra forma, el espectador de nuestras fotografía sólo cuenta con lo que mostramos en ellas para interpretarlas. De la misma manera que no deberíamos explicar en qué no se tiene que fijar, tampoco podemos “justificarlas” en base a cosas que realmente no están a la vista.
Aquí es importante tener en cuenta que nosotros contamos con mucha información como consecuencia de haber estado presentes en el momento de la toma, pero que esa información no tiene por qué ser evidente para quien ve nuestras fotografías, precisamente porque no estaba allí. Por eso es importante valorar objetivamente nuestras fotos, poniendo distancia respecto a ellas para ver únicamente lo que contienen.
Por eso, y a modo de resumen, cuando vayas a componer (o seleccionar) una fotografía ten muy presente que tu espectador sólo verá todo lo que se muestra en ella, o lo que es lo mismo: verá todo lo que hay y, a la vez, no verá nada más que lo que hay…
Hola Jota
Muy interesante el artículo. Creo que también seria interesante otro artículo sobre lo que no se enseña o lo que queremos sugerir.
Es decir lo que dejamos fuera del encuadre y que espectador imagine lo que pueda pasar a continuación.
Saludos
Hola Jorge. Siempre con esas aportaciones tan interesantes, muy buena esa idea… Le doy unas vueltas.
Gracias y abrazo!
Jota.