Fotografiar es tomar decisiones

Fotografía de calle: un grupo de turistas en la Selva Negra.

Cuando haces una fotografía en realidad estás tomando decisiones, ¿te has parado a pensar en ellas? Quizás son más de las que eres consciente…

Algunas son muy obvias: escoges el encuadre, decides los ajustes de tu cámara buscando un determinado aspecto de lo que vas a capturar (o no, si fotografías en auto) y, por último, seleccionas el momento en el que pulsas el botón de disparo.

El resultado final es la intersección de todas esas pequeñas decisiones. Cualquier cambio en una de ellas, por pequeño que sea, puede modificarlo por completo dando lugar a una fotografía totalmente distinta. Pero en realidad tus decisiones han comenzado mucho antes de ese instante y continúan mucho después…

La primera decisión

La primera y la más relevante (porque desencadena todas las demás) es sencillamente si tienes que fotografiar, coger la cámara y crear algo con ella.

Es importante conocer los motivos que te llevan a hacerlo pero no es imprescindible, lo que de verdad cuenta es que te des el permiso para fotografiar.

¿De verdad vale la pena detenerse tanto este paso como para correr el riesgo de que la respuesta acabe siendo la equivocada? En lo personal, y por si puede servirte, te contaré que hace mucho tiempo que ya no me planteo si debo llevar la cámara conmigo, por defecto la respuesta es «sí». Sencillamente ya no me paro a analizar esta parte, amo la Fotografía y me apasiona la Fotografía de calle. ¿Voy a bajar?, ¿va a haber la mínima posibilidad de hacer fotos? Entonces la cámara se viene conmigo, lo contrario sencillamente carece de sentido. Ya no me pongo excusas para no coger la cámara.

En realidad te contaré que últimamente y cada vez más incluso intento dejar de pensar en por qué fotografío algo en concreto. En general tiendo a ser muy reflexivo pero estoy aprendiendo a disfrutar también del hecho de reaccionar instintivamente: mirar, ver, llevarme la cámara a la cara, disparar. ¿Por qué? A veces no lo sé, supongo que hay un momento para preguntarse cosas y otro para, sencillamente, reaccionar. O eso parece.

¿Qué fotografiar?

Lo malo (y lo bueno) de preguntarte algo así es que las posibles respuestas son casi infinitas.

Al principio, cuando estás empezando en esto de la Fotografía lo más normal es tocar un montón de «palos»: retrato, paisaje, bodegón, incluso Fotografía social… ¿Por qué no? Todo está ahí, a mano, y se trata de aprender, de explorar todas las posibilidades, de divertirse y experimentar.

Pero la dispersión puede acabar convirtiéndose en un problema. Al final estás consumiendo energía sin tener una meta consciente y eso puede traducirse en que pierdes fuelle. No puedes sentir que avanzas si no sabes hacia dónde te diriges, o al menos, en qué dirección lo haces.

Es algo que nos ha pasado a muchos. En mi caso un libro me ayudó en esta parte del viaje, La Visión Fotográfica de Eduardo Momeñe no solo es una fuente inagotable de referencias fotográficas, también está escrito de forma que te va poniendo en situaciones en las que no tienes más remedio que decidir. Una de las preguntas que te hace es qué tipo de fotógrafo eres. Escoger una de las respuestas posibles no significa que no puedas de tanto en tanto dedicar tiempo y energía a la otra, pero te ayuda a reconocer qué es lo que te mueve a fotografiar. A mí me llevó a dirigir mis pasos hacia la calle, quizás a ti te ayude a encontrar tu propio camino.

Hasta aquí todo (más o menos) claro, y ya hemos hablado de las decisiones en el momento de fotografiar, pero ¿qué hay después de la toma?

Decidiendo después de disparar

Llegas a casa y en algún momento (a veces es buena idea hacerlo un cierto tiempo después) descargas tus fotos frente a la pantalla o revelas tus películas. En ese instante comienza un nuevo proceso de decisión.

Lo normal es que te encuentres frente a un buen número de imágenes. ¿Cuáles te gustan? ¿Cuáles quieres conservar? ¿Por qué unas sí y otras no?

De nuevo toca mojarse y sólo tú puedes (y debes) establecer el criterio. Cultiva uno poco a poco, deja que se vaya afilando (cuanto más exigente seas contigo mismo mejor para esta parte) y no olvides que los errores forman parte del aprendizaje, que cada vez que no sabes muy bien qué hacer pero tomas una decisión (acertada o no) estás creciendo, mejorando y acercándote al fotógrafo que puedes llegar a ser.

¿Abrumado por la cantidad de decisiones implícitas en esto de hacer Fotografía? No deberías, ya las estás gestionando a diario, sólo me he limitado a ponerles cara para que seas consciente de lo que eres capaz de hacer. ¿Cómo puedes manejarlas? Mi consejo es que te las tomes de manera que la intersección de todas ellas sea el mejor resultado posible; no te plantees si tienes que fotografiar o no (ya sabes que sí), pero sé muy exigente tanto en el momento del disparo como en la edición (selección).

Pueden parecer demasiadas cosas, puede dar la impresión de que hay demasiadas probabilidades de equivocarte en alguno de los pasos y echar a perderlo todo. Es verdad, hay muchas cosas que decidir en el camino hacia cada una de tus imágenes, pero no pierdas de vista lo mejor de todo esto: el resultado depende sobre todo de ti. Ese es un pequeño lujo que a menudo olvidamos.

¿Qué opinas? ¿Me he dejado algo? Me encantará leer tus impresiones a través de los comentarios. Si te ha gustado la entrada y/o te ha parecido útil, no dejes de compartirla en tus redes… Gracias!

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