Cada año, desde hace doce, tiene lugar el Premio de creación fotográfica Luis Ksado, certamen que homenajea la figura de Luis Casado Fernández, un fotógrafo nacido en Ávila que se instaló en Galicia, donde llegó a mantener dos estudios de forma simultánea (en Santiago de Compostela y Vigo), Ksado hizo algunas de las fotografías más conocidas de esta tierra y dejó una marca muy profunda en la historia gallega del medio.
Además del galardón anual que reconoce el trabajo de un autor, el Premio Luis Ksado nos ha acostumbrado a disfrutar de ponencias de grandes fotógrafos que visitan A Coruña para compartir su experiencia y sus conocimientos con una comunidad fotográfica, la del noroeste peninsular, que no tiene muchas oportunidades de sentarse frente a figuras de la talla de, por ejemplo, Isabel Muñoz (presente durante el año pasado) o los ponentes de esta edición: Ricky Dávila y Pierre Gonnord.
El martes compartimos seis horas con Ricky Dávila y, aún consciente de que necesitaré un tiempo para asimilar a fondo sus palabras (que llenan varias hojas de mi cuaderno), me he animado a contarte cómo fue una experiencia que me ha dejado con unos cuantos conceptos sobre los que, estoy seguro, reflexionaré durante una buena temporada.
Obradoiro de Ricky Dávila con motivo del XII Premio Luis Ksado
Ricky Dávila, nacido en Bilbao en 1964, comienza su charla repasando brevemente una carrera que empezó como fotoperiodista y que ha ido evolucionando hacia una Fotografía que en los últimos años se traduce en proyectos de largo recorrido y de corte mucho más íntimo, que generalmente acaban adoptando la forma de exposición o de libro. En varias ocasiones se refiere a esta evolución como el cambio desde una Fotografía que explicaba el mundo en tercera persona (como periodista que habla de lo que sucede a los demás) a otra hecha en primera persona, consecuencia de haber dirigido su curiosidad hacia su mundo interior. Si bien no reniega de sus trabajos en el pasado (cuando, además de proyectos de fotoperiodismo en distintas partes del mundo desarrolló encargos comerciales y retratos por encargo), explica que, con el tiempo, acabó escogiendo su propia geografía emocional como ámbito de exploración fotográfico, como respuesta al descubrimiento de que con sus viajes lo que realmente buscaba era conocerse a sí mismo.
La curiosidad es sumamente frágil. Hay que entrenarla a diario para que no desaparezca. Ricky Dávila
Ante nosotros está un fotógrafo que es, además, un magnífico orador que escoge las palabras con cuidado, consciente de que muchas veces es necesario dar forma a una idea desde diferentes ángulos, matizando poco a poco hasta que lo expresado es una imagen lo suficientemente precisa de lo que quiere transmitir. Incluso, ante las preguntas de los asistentes, no duda en confirmar que ha comprendido exactamente qué se espera de la respuesta, o en evidenciar cuándo una pregunta contiene en realidad muchas otras. Sus explicaciones se extienden casi siempre más allá de un único concepto y expanden la conversación en múltiples direcciones.
Ricky no elude, más bien al contrario, las discusiones en cuanto al uso actual de la Fotografía y a cómo el sistema se sirve de ella y de nuestra percepción de las imágenes para la promoción comercial disfrazada de entretenimiento y, lo que es más preocupante, de cultura: la Fotografía es un lenguaje que se ha convertido en universal, al mismo nivel que la palabra, pero al contrario que ésta no cuenta con miles de años de evolución a su espalda, de esa forma el aparato mercantil se aprovecha del desconocimiento visual para usarla a su favor, y en contra nuestra. Sostiene que no hay nada malo en asumir un papel diferente al del autor (entendiendo por autor aquel que emplea la imagen como herramienta para aportar un punto de vista personal), siempre y cuando no medie el engaño.
Nada distrae tanto la mirada como que te paguen por mirar. Ricky Dávila
A lo largo del día se suceden varias proyecciones audiovisuales que comprenden desde sus primeros trabajos (imágenes tomadas en Nueva York mientras estudiaba en el ICP, Chernobyl, Uzbekistán, El Gran Sol, Belfast, Benidorm, Manila…) a los últimos proyectos, el último titulado Todas las cosas del mundo y que se ha plasmado en un libro (el octavo ya) en el que a las imágenes van acompañadas de poesías de su puño y letra. Tras cada audiovisual, Ricky comparte las motivaciones de los trabajos, las vivencias que los acompañaron y los aprendizajes que extrajo de ellos.
Cuando explica su forma de trabajar con los demás, Dávila insiste en la oportunidad que supone la Fotografía para establecer una comunicación íntima y próxima con otras personas, como un “trampolín para el encuentro”, ese “roce” al que se refiere continuamente como la mejor consecuencia de haber fotografiado a los demás desde un enfoque humanista.
Por su parte, cuando la Fotografía se orienta hacia uno mismo es una herramienta para conocerse mientras se descubre una forma propia de ver el mundo, en ese punto es vital no empeñarse en adoptar una actitud diferente a la que surge de nuestras verdaderas motivaciones; nuestras imágenes deberían ser un reflejo de la persona que somos, en ese sentido Ricky Dávila no cree que haya lugar para el debate entre fotografías buenas y malas: el fotógrafo debe sugerir, no explicar, mediante una narrativa que, eso sí, debería venir determinada desde el principio por un andamiaje impuesto por el soporte final del trabajo (papel, pared o pantalla).
En cualquiera de las dos aproximaciones, tanto si se fotografía hacia afuera como si se hace hacia dentro, hay un factor que considera indispensable: el extrañamiento respecto del sujeto a fotografiar, una sensación de extranjería, la necesidad de descubrir cosas nuevas y de cuestionárselo todo; al fin y al cabo, abrazar “la duda como un principio creativo fundamental”. Cuando se trata de hablar de la técnica la conclusión es clara: ésta debería estar siempre al servicio de las emociones, no se trata de desdeñarla sino de supeditarla al mensaje y nunca al revés.
En un momento de la historia en el que el bombardeo de imágenes es constante y en el que a veces parece que sólo importa obtener el reconocimiento instantáneo y superficial de los otros a través de un click, me quedo con dos de las reflexiones de la ponencia de Ricky Dávila: la primera es que debemos ser conscientes del peligro de confiar el éxito de nuestro trabajo al número de aplausos arrancados “en lugar de al número de inteligencias despertadas”, la segunda, con la que cierro esta entrada (no se me ocurre mejor motivación para seguir trabajando, compartiendo y creciendo) es una invitación a no esperar la bendición de los medios establecidos y a no ajustarse a sus premisas para crear y, en lugar de eso, aprovechar la libertad de que disponemos para usar la Fotografía.
¿Conoces el trabajo de Dávila? ¿Qué te parece? Déjame tus impresiones en los comentarios… ¿Te ha gustado la entrada? Compártela! (Gracias)
La clase magistral de Dávila me decepcionó bastante, se centró más en su mirada espiritual sobre la fotografía ( que no tenía nada que ver con lo que transmitía como persona) que en su fotografia en sí…Sin embargo me gustó mucho Gonnord tanto por sus explicaciones y fotografia como por su humildad al contarnoslo
saludos!!
Hola Miguel.
Aún siendo una fotografía que me queda lejos en cuanto a concepto me resultó interesante, me traje unas cuantas ideas sobre las que reflexionar, y ya por eso creo que valió mucho la pena. :)
Por mi parte decidí no quedarme a la charla de Gonnord y mucha gente, como tú, me ha dicho que valió la pena. La próxima vez no dejaré que se me pase una oportunidad así.
Gracias por pasarte y compartir tus impresiones, saludos!
Jota.