
Algunos fotógrafos han hecho fotografías tan importantes que corren el riesgo de que eclipsen por completo el resto de su carrera. Por ejemplo, si te hablo de Stuart Franklin quizás no te suene demasiado a pesar de ser miembro de Magnum Photos y mantenerse en activo; no obstante, si te pido que recuerdes su famosa imagen de un hombre plantado frente a una columna de tanques en la Plaza Tien An Men estoy seguro de que podrás recrearla mentalmente en un instante.
Admitio que no sabía el nombre del autor de aquella fotografía mítica. Localicé la imagen de esta entrada en Magnum Contact Sheets, uno de los últimos libros que han llegado a casa, sólo después de leer la historia que la rodea (Stuart Franklin estaba visitando las urbanizaciones en la periferia de Manchester como parte de un proyecto para documentar la crisis del norte de Inglaterra) y tras una búsqueda en Google descubrí que era el mismo fotógrafo que había inmortalizado a “The Tank Man”.
Es una lástima, a veces no somos conscientes de que estamos dejando pasar la oportunidad de conocer fotógrafos dotados de un talento apabullante a pesar de haber visto hasta la saciedad alguna (a veces solo una) de sus imágenes, como consecuencia precisamente de que trascienden la Fotografía para convertirse en símbolos, incluso en iconos como el Molotov Man de Meiselas.
La imagen
Un crío suspendido en el aire, en pleno salto y recortado contra el cielo, estoy seguro de que es lo primero que captó tu atención. Eso es en parte porque cuando en una fotografía hay un acontecimiento no resuelto (¿cómo acabará el salto?) atrae nuestra mirada de una forma irresistible, no importa que hayamos visto los colchones que probablemente los propios críos han llevado hasta allí para que formen parte de sus juegos, alguien colgado en el aire eternamente reclama nuestros ojos una y otra vez.
Pero hay más cosas, claro. El niño de la bicicleta que sostiene unas tijeras (otra sorpresa, ¿quién espera que un niño juegue con algo así en plena calle?) llena el primer término, de esa manera hay información desde el primer plano hasta el fondo de la imagen, ocupada por edificios que aportan contexto (un barrio residencial).
Esta fotografía no se limita al instante captado; la disposición de los elementos nos permite recrear el juego.
Es fácil imaginar que en un determinado momento el chaval de las tijeras va a dejar su bicicleta en el suelo (como la otra) y a encaramarse al contenedor como hacen sus compañeros para, después de esperar su turno (se diría que eso hace el chaval de las manos en los bolsillos), repetir el salto.
Además de captar el vuelo, esta fotografía es una clase magistral sobre cómo aprovechar los elementos para dar sensación de lugar: el contenedor de la parte central del encuadre se muestra paralelo al edificio de la izquierda, así el volumen del primero permite recrear la forma del bloque de pisos sin necesidad de que éste se vea completo.
Todas esas líneas verticales y horizontales (en realidad estas últimas se han transformado en diagonales respecto a los bordes del marco gracias al punto de vista) reconstruyen la tridimensionalidad del espacio mediante la inclusión de varios planos y direcciones.
El ligero oscurecimiento del cielo a modo de viñeteo (se aprecia mejor en la fotografía original) que seguramente se hizo en el cuarto oscuro, contribuye a que la silueta de los dos niños en el borde del contenedor gane (todavía) más protagonismo.
Es una lástima que, como consecuencia de fotografiar en digital y descartar gran cantidad de imágenes, nos estemos perdiendo la búsqueda del momento que quedaba plasmada para siempre en las hojas de contacto (el propio Franklin lo dice en la página Magnum Contact Sheets dedicada a esta fotografía). Quizás sea hora de recuperar esa costumbre, aunque ya no forme parte imprescindible del proceso es una gran manera de crecer.
¿Qué te parece la fotografía de Stuart Franklin? Si quieres añadir algo será un placer conocer tus impresiones a través de los comentarios. Recuerda que hay muchas más imágenes de grandes fotógrafos analizadas en el blog.
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