
Aunque no descarto que pueda cambiar con el tiempo, siento una debilidad especial por las imágenes sencillas, esas que se leen de un vistazo aunque después, cuando dejas que los ojos vaguen por ellas acabes descubriendo un pequeño mundo de detalles.
En algún sitio leí algo como que “aquello que se lee fácilmente es siempre el resultado de un trabajo arduo”. Se refería a la literatura pero es perfectamente válido cuando hablamos de Fotografía.
Al fin y al cabo tomar una foto no es tan distinto a escribir. Igual que cuando damos forma a un texto podemos transmitir un mensaje con muchas palabras y recursos o reduciéndolos a la mínima expresión, al hacer una fotografía también podemos optar por explicar hasta el más mínimo detalle o limitar los elementos al máximo y ordenarlos de tal forma que sugieran una pequeña historia.
Al igual que con las palabras, si con nuestras fotos decimos todo no dejamos demasiado espacio a la imaginación del espectador. Conviene recordar que, en el fondo, nos encanta contarnos historias, acabar lo inacabado, completar lo que no vemos…
Esta imagen del chileno Sergio Larraín es un magnífico ejemplo de cuántas cosas se pueden transmitir con pocas “palabras”… Y con mucho trabajo.
La imagen
El punto de máximo interés no ofrece duda alguna: ese rostro de mujer, sonriendo y con la mirada perdida fuera del encuadre capta toda nuestra atención.
Es la viva imagen de la felicidad, de disfrutar el momento. Esa sensación de disfrute es tan intensa que impregna todo el encuadre (y a la vez se refuerza con el resto de elementos). Su compañero se convierte en un “cómplice” que también sonríe y mira en la misma dirección.
De ese rostro situado en un extremo del encuadre emana todo lo demás, conectándose a él mediante diagonales: las líneas formadas por la vela nacen justo allí y el resto de elementos parecen orbitar alrededor de la mujer. Como si su sonrisa fuese a la vez causa y efecto.
Aunque la información en el primer plano es más bien escasa, la presencia de un velero al fondo (lo bastante fuera de foco como para no restar atención a la pareja) desvela que también nosotros estamos en un velero, ese trozo de tela de arriba a la izquierda se convierte inmediatamente en una vela e incluso el barril adquiere sentido.
El espacio negativo creado en torno a las dos zonas más oscuras de la imagen merece ser mencionado: organiza el espacio y lo divide en manchas regulares, casi en cuadrantes, contribuyendo a la sensación de calma…
Y así, Larraín construye una fotografía evocadora de sensaciones que además nos da suficientes pistas sobre el contexto sin mostrar más que lo imprescindible.
¿Qué te parece la imagen? ¿Cómo la lees tú? ¿Conoces el legado de Sergio Larraín? ¿Te gusta? Me encantaría conocer tus impresiones a través de los comentarios. Si te ha gustado la entrada, compártela en tus redes… Gracias!
Recuerda que hay muchas más imágenes de grandes fotógrafos desmenuzadas en la correspondiente sección del blog, pásate por allí a echarles un vistazo…
Sergio Larraín y sus fotografías me fascinan, en el sentido original de la palabra. Tomo prestado este excelente análisis para compartir con colegas mi pasión por la foto. gracias!
Hola Rodrigo. Muchísimas gracias por dejar tus palabras. Es un honor que compartas y te guste lo que hago.
Un abrazo!
Jota.