Trayectoria vital
Gervasio Sánchez nace en Córdoba en 1959 y se traslada con su familia a Cataluña. Después de pasar un tiempo en Barcelona se instalan en Hospitalet del Infante, donde Gervasio ayuda a su abuelo (el cartero) al salir del colegio. Ahí nacen su pasión por viajar y sus sueños con convertirse en piloto o periodista. Gervasio empieza a trabajar con sólo 11 años y ya nunca dejará de hacerlo: combina su educación con otros empleos y a los 15 comienza en el chiringuito Fina de la playa del Miracle en el que pasará 17 veranos (diecisiete, sí), ahorrando el dinero suficiente para costearse la Licenciatura en Periodismo que obtiene de la Universidad Autónoma de Barcelona en 1984 y sus primeros viajes. En 1987, tras viajar por Centroamérica y aprender a fotografiar de manera autodidacta, comienza a colaborar con el Heraldo de Aragón, una relación que se mantiene en la actualidad, aunque Gervasio no se dedica plenamente al periodismo hasta 1992.
El punto de inflexión se produce en 1991 cuando Gervasio Sánchez entra en Croacia para contar la guerra de los Balcanes. Vuelve varias veces, presencia el horror de la guerra como nunca antes y también cómo se eterniza una situación que durará años, ante la pasividad de una comunidad internacional que mira hacia otro lado. En 1994 publica su primer libro: El Cerco de Sarajevo (Editorial Complutense), al que seguirán muchos otros, la mayoría con Blume. Su trabajo en la antigua Yugoslavia le hace merecedor en 1993 del Premio al Mejor Periodista del Año de la Asociación de Prensa de Aragón, un reconocimiento del que se siente especialmente orgulloso.
Posteriormente se sumarán el Premio al Mejor Trabajo Gráfico del Año del Club Internacional de Prensa de Madrid (1994), el Premio de Andalucía de Periodismo en la modalidad de Fotografía (1995), el Premio Cirilo Rodríguez (1996), el Premio de Derechos Humanos de Periodismo (1997), la Medalla de Oro de Santa Isabel de Portugal de la Diputación Provincial de Zaragoza (2001), la Medalla al Mérito Profesional del Gobierno de Aragón (2004), el Premio LiberPress en 2005 y el Premio Javier Bueno de la Asociación de Prensa de Madrid en 2006. En 2008 recibe el Premio Ortega y Gasset de Periodismo Gráfico (vale la pena leer el discurso de agradecimiento, que levantó ampollas entre los ilustres asistentes) y en 2009 el Premio Nacional de Fotografía, entre otros reconocimientos de diversas organizaciones. Editado: en 2015 Gervasio recibe el Premio Internacional Jaime Brunet de los Derechos Humanos.

Entre medias comienza a colaborar con el servicio español de la BBC, la cadena SER, la revista Tiempo y La Vanguardia y arranca sus proyectos a largo plazo, que compagina con su trabajo cubriendo los conflictos más descarnados en África y América Latina y continuos viajes a los Balcanes.
A lo largo de los años publica numerosos libros: Vidas Minadas (1997), Kosovo. Crónica de la deportación (1999), Niños de la guerra (2000), La caravana de la muerte: las víctimas de Pinochet y Los ojos de la guerra (con Manuel Leguineche ) en 2001, Cinco años después (Vidas minadas) en 2002, en 2004 Latidos del tiempo (con Ricardo Calero) y Salvar a los niños soldado, Sierra Leona, guerra y paz (2005), Vidas minadas, diez años después (2007), Sarajevo 1992-2008 (2009), Desaparecidos: víctimas del olvido (2011), Antología (2012), Mujeres Women: Afganistán (2014). Accede aquí a los libros de Gervasio Sánchez
Desde el año 2001, Gervasio dirige el Seminario de Fotografía y Fotoperiodismo de Albarracín, una cita que ya va por la edición número 14 a la que se suman como ponentes los profesionales más reconocidos y a la que los entusiastas de la Fotografía acuden como una verdadera peregrinación. Su admirado Enrique Meneses, a quien conoció en Sarajevo, fue el primer ponente del Seminario.
Trabajos con nombre propio
Gervasio cree firmemente en que “cuanto más cerca estás de las víctimas, más cerca estás de la verdad”, y por eso, por encima de todo, trata de dignificar a los que más sufren las consecuencias de ese enorme negocio que llamamos guerra.
Su labor durante el cerco de Sarajevo impulsó su carrera, desde entonces ha seguido fotografiando los peores conflictos en todas partes del mundo y contando, en paralelo y a lo largo del tiempo, la historia de lucha de algunas de las vidas con las que se ha cruzado en el camino.
No hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad. Gervasio Sánchez.
Ahí están Adis Smajic, que con sólo 13 años perdió un brazo y un ojo al apartar una mina que encontró jugando, después de sobrevivir al sitio de Sarajevo durante cuatro años, para evitar que alguien resultase herido. Gervasio estaba a su lado en 1996 cuando empezaron las complicadísimas operaciones quirúrgicas, y no sólo entonces, porque siguió documentando la lucha de Adis para rehacer su vida, siendo testigo también de los mejores momentos, como su boda con Naida o el nacimiento de su hijo.

Comienza Vidas Minadas en el año 1995, es el primero de sus trabajos a largo plazo con los que pretende contar una historia que vaya más allá de la inmediatez de la actualidad, tan propensa a cambiar de tema rápidamente y sin profundizar, olvidando las vidas destrozadas tan pronto como surge otro tema que acapara las portadas y los primeros minutos de los informativos en televisión o la radio. Durante todo este tiempo Gervasio ha seguido visitando, a lo largo de todo el mundo, a víctimas de las minas antipersona, documentando la magnitud del daño, la alargadísima sombra de las secuelas. Así ha acompañado no sólo a Adis Smajic en Bosnia, sino también a Sofia Elface Fumo en Mozambique, al camboyano Sokheurm Man y a Mónica Paola Ojeda en Colombia. Sus hijos adoptivos, como le gusta llamarlos.
En paralelo desarrolla otros trabajos siempre desde el lado de los más débiles: niños que viven guerras como víctimas o como soldados, familias de desaparecidos de forma forzosa en conflictos o bajo regímenes dictatoriales, mujeres en Afganistán viviendo bajo el peso de la tradición y en un entorno de continuas violaciones a los derechos humanos… La idea detrás de estos trabajos siempre es la misma: obligarnos a mirar de frente a las injusticias, para no olvidar que, mal que nos pese, todos tenemos parte de culpa. Gervasio sabe de la incapacidad del ser humano para ponerse en la piel del otro, pero sigue intentando que conozcamos y comprendamos las consecuencias de no hacerlo, aunque estas se produzcan en América Latina, los Balcanes, África, Asia…
Las guerras se acaban cuando las consecuencias se superan. Mientras que haya un sólo desparecido en una guerra, da igual que sea una guerra cercana o una guerra lejana, esa guerra estará inconclusa. Gervasio Sánchez.
Gervasio vuelve una y otra vez: quiere estar allí cuando todos los demás se han ido, porque entonces empieza la historia que no vemos, la que nadie nos cuenta. También es una manera de recuperar un cierto equilibrio, al comprobar cómo poco a poco la normalidad vuelve a los lugares que un día estuvieron sumidos en la barbarie de la guerra. Con una memoria descomunal recuerda situaciones, fechas y lugares con una precisión pasmosa, esa capacidad da una medida de su entrega e implicación; tras haber vivido y presenciado tantas cosas resulta admirable su obstinación por no olvidar nada ni a nadie.
Las fotos no salen solas, nunca. Hay que ir, ir, ir y volver a los sitios para conseguir esas imágenes que sirven para contar iconográficamente una historia. Gervasio Sánchez.
Las fotografías de Gervasio Sánchez son directas, sin artificios. No recurren al preciosismo, cuentan las cosas desde muy cerca y dirigen nuestra atención hacia lo relevante. Ver sus imágenes es casi como escucharle hablar: un torrente de información del que emerge un mensaje muy claro, inequívoco y coherente.
Hoy en día la gente primero dispara y luego piensa, cuando en fotografía, lo que hay que hacer es, primero, pensar y después disparar. Gervasio Sánchez.

Comenzó en color y pasó al blanco y negro: le permitía mayor libertad al no tener que estar tan pendiente de la exposición gracias a un mayor margen, además, le gusta decir que las imágenes en blanco y negro revisten de una cierta atemporalidad los temas que trata.
Su forma de ver la Fotografía cambió para siempre en 1990 cuando coincidió con Gilles Peress (de Magnum Photos) en Perú, y le enseñó su trabajo; Peress le aconsejó que encontrase una manera personal de contar las cosas, una forma propia de mirar. Ese consejo le ha acompañado desde entonces.
Defensor del periodismo con mayúsculas
Nunca describas a Gervasio como un periodista comprometido porque no contempla el periodismo sin compromiso: son exactamente lo mismo. Concibe su profesión como un testigo incómodo que debe vigilar y cuestionar al poder. Por eso es tan crítico con la relación entre prensa y poderes políticos y económicos que ha devaluado una labor imprescindible para el equilibrio del mundo. Sin pelos en la lengua, no desaprovecha la oportunidad de denunciar la vinculación del periodismo con precisamente aquellos sectores que deberían estar en su punto de mira, algo que no sólo allana el camino para las grandes corporaciones que dirigen los destinos de los países y del planeta, sino que también nos convierte en ciudadanos dóciles, testigos pasivos y cobardes de flagrantes injusticias.
Una sociedad sin buen periodismo está condenada a la manipulación. Gervasio Sánchez.
Gervasio Sánchez lleva trabajando sin interferencias en el Heraldo de Aragón, donde además mantiene un blog titulado Los Desastres de la Guerra, desde 1987; este periódico de corte conservador le ha secundado y respaldado en su afán de denuncia a lo largo de todo este tiempo. Sánchez escoge los medios con los que colabora (entre los que se encuentran La Ser o La Vanguardia) en base al respeto que muestran por su trabajo y la profesión que desempeña.
Hay que ser periodistas indeseables, inoportunos y certeros en la impertinencia. Gervasio Sánchez.
En sus propias palabras el único periodismo que tiene sentido es el independiente, el que lucha y se sacrifica incluso entregando hasta la vida como en el caso de algunos de sus amigos, por mejorar el mundo aunque muchas en la mayoría de las ocasiones no consiga cambiar gran cosa.

He oído decir a Gervasio que a veces se pregunta para qué sirve su trabajo; nunca me atrevería a contestar por mí mismo, pero precisamente esta semana he leído algo en su blog que se parece mucho a una respuesta: unos alumnos de instituto escriben qué han aprendido frente a sus fotos.
Para conocer un poco mejor a Gervasio Sánchez
Aquí van unas cuantas oportunidades para leer y escuchar a o sobre Gervasio, algunas también son fuentes usadas para esta entrada:
- Documental Imprescindibles de RTVE: Gervasio Sánchez, un video que no he conseguido ver sin emocionarme ni una sola vez, y lo he visto unas cuantas…
- Podcast del programa Hoy Empieza Todo del 19 de marzo, en Radio 3
- Encuentros de la Palabra en el Centro Niemeyer: Gervasio Sánchez
- Entrevista en Jot Down Cultural Magazine
- Artículo y entrevista en Cultura Inquieta
- Intervención en Alaska y Coronas, en La 2
- Artículo en el Heraldo de Aragón sobre su exposición “Antología” que tuve la suerte de contemplar en Oporto y que sin duda fue la simiente para esta entrada
- Biblioteca de Fotógrafos Españoles: Gervasio Sánchez, de La Fábrica, colección PHotoBolsillo
La fotografía que encabeza esta entrada es de Daniel Rivas Pacheco, si pulsas sobre ella irás a parar a su interesante blog.
¿Qué opinas? ¿Conoces el trabajo de Gervasio? No dudes en compartir tus impresiones en los comentarios, y no dejes de compartir la entrada en tus redes, si te ha gustado. Gracias!
Muy grande Gervasio y no me extraña que su forma de ver la fotografía cambiase tras ver la obra de Gilles Peress. Fotos impresionantes las de este autor y que tristeza contemplar como la comunidad internacional permitió tal genocidio. ¡¡Que grande se nos queda el nombre de seres humanos!!.
Hola Santy.
Tienes mucha razón, a veces se nos queda grande lo de “humanos”, afortunadamente hay quien, como Gervasio, carga con el peso de enseñarnos lo peor de lo que somos capaces, para que nos hagamos las preguntas adecuadas…
Un abrazo, gracias por pasarte y hablar.
Jota.