
Subí mi última fotografía de calle a mi perfil de Instagram hace cuatro meses. Mi última publicación en el blog es de hace más de mes y medio. Tengo varias tarjetas de memoria pendientes de importar a mi catálogo de Lightroom y últimamente estoy fotografiando poco, muy poco.
Y me siento bien, muy bien, con este ritmo. Había pasado por épocas muy productivas en las que no me encontraba igual; fases en las que tenía la sensación de que, hiciese cuanto hiciese, nunca era suficiente.
¿Suficiente para quién? La importancia de hacerse las preguntas adecuadas.
Sin embargo no he dejado de producir; últimamente he estado embarcado en un proyecto muy importante – quizás el más importante hasta ahora – del que espero darte noticias concretas muy pronto, he retomado mis talleres presenciales que continúan a partir de septiembre, he seguido creando contenidos para El Club de Fotografía Callejera, administrando el grupo en Facebook y el Canal de Telegram, y trabajando mano a mano con mis alumnos de las sesiones One to One.
Más, más rápido… ¿Mejor?
Antes iba rápido, tanto que en algunos momentos llegué a olvidarme de disfrutar del viaje. Recibía señales todo el tiempo pero iba demasiado deprisa para verlas. Confundí cantidad con calidad (para mí, para vosotros), me contagié de prisa y del ruido que la acompaña.
La rapidez, que es una virtud, engendra un vicio que es la prisa.
G. Marañón
Así que he levantado el pie del acelerador, me he echado a un lado de la carretera para recuperar la perspectiva. Desde allí he visto claramente que mi camino se parece mucho más a una calle peatonal, en la que puedes detenerte a mirar con calma y volver sobre tus pasos siempre que lo necesitas, que a una autopista con una velocidad de la que no está permitido descender, paisajes borrosos en las ventanillas y un precio a pagar.
He abrazado la lentitud. Desconozco si va a ser un cambio permanente o definitivo, espero decidirlo en base a cómo me sienta y a lo que necesite (de verdad) en cada momento, pero de una cosa estoy seguro: funciona. Me está funcionando.
Lo sorprendente es que el camino “lento” no solo es mucho más divertido sino también bastante más eficiente: me concentro mejor y soy más creativo. El proceso es mucho más pleno porque estoy presente en todo lo que hago; cuando leo, cuando escribo… Y también mientras fotografío.
Las redes insaciables
Las redes sociales juegan un papel muy importante en cuánto nos exigimos, por eso para mí fue determinante empezar bajando el ritmo de publicación de imágenes en Instagram. Necesitaba volver a sentir que soy yo el que marco mi ritmo.
El scroll infinito – los contenidos no acaban nunca – es el nuevo palo con la zanahoria colgada de un hilo. No importa cuánto sumemos en forma de fotos, comentarios o likes, siempre caben más. Nunca es bastante. Es demasiado fácil sucumbir a la tentación de contribuir incesantemente a esa cantidad inmensa de contenidos.
Las redes sociales son herramientas fabulosas; nos ofrecen contenidos de todo tipo, algunos de mucho valor, y la posibilidad de conectar y mantener el contacto con personas de las que de otra manera nunca hubiésemos sabido. Me han permitido llegar a mucha gente y mostrar lo que hago, quizás han posibilitado que me estés leyendo ahora. ¿Cómo no voy a sentirme agradecido por algo así?
Pero a veces perdemos de vista que también (y sobre todo) son compañías que persiguen rentabilidad, una de las fórmulas que usan es convencernos de que trabajemos para ellas. Más contenidos y mayor frecuencia equivalen a más alcance, eso a más likes y todo ello nos empuja a acelerar el paso.
Alimentamos la maquinaria con nuestras fotos, vídeos y textos. Cuanto más y más a menudo, mejor. ¿Para quién? Para las propias redes seguro… ¿Y para nosotros?
¿Quién marca tu ritmo?
Quiero sentir que mis contenidos son significativos tanto para ti como para mí. Quiero escribir, fotografiar y en definitiva crear por el placer de hacerlo y para aportar, no para alimentar las redes ni para aumentar el volumen de la conversación.
Antes pensaba que lo importante es llegar a mucha gente; ahora sé que quiero llegar aquellos que pueden conectar conmigo, a quienes puedo aportar algo. Sé que ser visto por más personas facilita mi objetivo, pero no quiero que sea a costa de primar la cantidad en lugar de cuidar el contenido. Qué y cómo son más importantes que cuánto.
Baja frecuencia, gran amplitud.
Brian Lam
No quiero ser parte del ruido sino transmitir un mensaje personal y propio. Para ello necesito trabajar a un ritmo en el que me sienta cómodo, que pueda aumentar y disminuir cuando yo decida, no dictado por las herramientas.
No hacer lo que quieren que haga sino usarlas para lo que quiero lograr con ellas.
¿Y tú? ¿Qué persigues? ¿Para qué o quién fotografías? ¿Quién dicta tu ritmo?