
Hay muchas formas de conseguir que una fotografía resulte interesante. Puede serlo, por ejemplo, porque el propio sujeto fotografiado lo sea, pero (afortunadamente) aunque éste no tenga nada de especial también podemos lograr que una imagen atrape la atención del espectador.
Probablemente una de las maneras más impactantes de crear fotografías llamativas sea recurriendo al contraste, un recurso de composición que obliga a quien las ve a hacerse preguntas.
Precisamente de esa necesidad de explicar(se) qué está sucediendo es de donde surge el atractivo de las imágenes que se apoyan en el contraste.
Veamos cómo funciona y cómo podemos incorporarlo a nuestra narrativa visual.
Cuando todo tiene sentido…
No hay nada de extraño en ver dentro del encuadre dos elementos similares o entre los que es fácil imaginar una relación.
Si vemos una fotografía en la que aparecen (únicamente) dos personas que comparten un determinado rasgo no aparece la sorpresa.
Si en lugar de individuos se trata de objetos exactamente lo mismo: de alguna manera damos por hecho que hay un motivo por el que se nos muestran en la misma imagen, que sean parecidos puede ser suficiente, por ejemplo.
Es decir: si nos enseñas dos cosas o personas similares no vamos a cuestionarnos por qué lo haces.
Si se trata de dos sujetos entre los que no hay diferencias o que estamos acostumbrados a ver simultáneamente no hay preguntas y enseguida pasamos a valorar otra serie de aspectos de la imagen.
Pero, ¿qué pasa si hay algo que no encaja? ¿Qué sucede si en la misma fotografía hay dos ingredientes que no esperamos ver a la vez, uno al lado del otro?
El contraste
En eso consiste precisamente el contraste: en mostrar en la misma imagen dos elementos que no esperamos ver juntos.
De esa disonancia surgen las preguntas; y así en esa fotografía en la que vemos dos cosas que contrastan surge el interés porque nos cuestionamos qué está sucediendo, por qué vemos elementos que no tienen nada que ver entre sí.
“¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué esas dos cosas comparten espacio en la misma imagen?”
Estas diferencias pueden ser puramente visuales y muy evidentes (algo grande al lado de algo pequeño, algo brillante en medio de algo muy oscuro…) o no tanto (algo divertido al lado de algo serio, algo antiguo al lado de algo moderno…), pero en cualquier caso el atractivo surge de la necesidad de explicarnos por qué vemos cosas tan diferentes dentro del encuadre.
En ocasiones seremos capaces de explicarnos el truco con una pequeña historia que conteste a nuestras preguntas. Pero en otras, a no ser que se nos aporte más información por otros medios (como un pie de foto, por ejemplo), las preguntas quedarán sin respuesta y esa imagen nos seguirá atrapando, esta vez por un motivo diferente: precisamente porque no acabamos de entender qué está sucediendo (como en la imagen de Philip Jones Griffiths que ilustra esta entrada).
La foto de Philip Jones Griffiths
Está claro que de forma deliberada el autor quería provocar extrañamiento al mostrar simultáneamente una escena doméstica (la mujer cortando el césped) y un soldado en posición agachada y expectante (aunque, la verdad, su gesto de resignación resulta un tanto cómico).
Ahí tienes el contraste, el punto de partida para que nos preguntemos “¿qué está pasando aquí?”, “¿es una situación real?”.
Y tanto que lo es, la foto fue tomada en Irlanda del Norte en 1973, mientras la batalla entre el IRA y el ejército británico estaba en su apogeo. En una segunda lectura, esta imagen nos cuenta que en algunos lugares la violencia es algo tan habitual que la gente no se plantea dejar de hacer sus labores domésticas porque ese día haya soldados parapetados en el vecindario. Resulta sencillo imaginar que no era la primera vez.
Aprovecha el contraste
En definitiva: incluyendo en nuestras fotografías elementos muy diferentes que no sean fáciles de relacionar y dejando fuera aquello que explica por qué aparecen juntos podemos generar interés. Esa atracción, la del contraste, nace de la necesidad del espectador de entender, de explicarse qué está sucediendo para que le mostremos a la vez, una al lado de otra, dos cosas que no esperaba ver juntas.
Pero para eso, lo mejor es huir de clichés y buscar pares (o con más elementos, por qué no) con diferencias lo suficientemente acentuadas como para que quien vea nuestras imágenes no pueda evitar preguntarse qué sucede frente a sus ojos.
De modo que ya sabes, cuando encuentres una situación con la que puedas conseguir que nos preguntemos qué está pasando, aprovéchala. Y déjanos entre interrogantes…
¿Buscas el contraste? ¿Cómo? ¿Te resulta sencillo de descubrir? Cuéntame tus impresiones a través de los comentarios, y comparte esta entrada entre tus redes si te ha parecido interesante… Gracias!
Muy bien explicado el concepto, de hecho tu frase ““¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué esas dos cosas comparten espacio en la misma imagen?”” lo resumen muy bien. Pero me parece que esto solo quedaría a nivel semántico o conceptual, y que en un momento dado el termino de contraste también puede inferir en el campo de la composición misma, es decir, para mi una fotografía de contraste (dejando de lado los elementos dispares que pudieran aparecer) podría ser una donde encuentre blancos o negros puros, o bien una de colores vivos y saturados.
Hola Flavio. :)
Tienes toda la razón, me he dejado la parte del contraste puramente “visual” y ese puede ser a veces tan interesante como el “semántico”. Gracias por la aportación.
Un saludo!
Jota.