Magia cotidiana
Un hombre baja la Rúa Pombal en Santiago de Compostela a media tarde. Camina por la acera izquierda pegado a la pared de piedra que sube hacia el Parque da Alameda, desde donde hay una gran vista de la fachada de la catedral. El sol lo ilumina lateralmente y proyecta su sombra sobre la pared. La luz atraviesa las gafas y crea una mancha blanca dentro de la sombra justo donde irían los ojos convirtiéndolo en un cíclope.
Un parque en Bucarest (aunque podría ser en cualquier ciudad del mundo). Una pareja de ancianos sentada en un banco de espaldas al sol. Ella mira hacia atrás mientras él resuelve crucigramas. La luz rebota en el cuaderno e ilumina únicamente su cara haciendo que el gesto destaque entre los árboles.
Una plaza en sombra, el sol se refleja en una pequeña ventana abierta iluminando solo la cara de un turista japonés que parece señalado por la luz entre todos los demás.
Un domingo soleado en Oporto, durante la última hora de práctica de uno de mis talleres de Fotografía de calle. El grupo se ha dispersado en torno a la Igreja do Carmo para hacer las últimas fotos antes de comer y pasar a la última fase del curso: la selección y análisis de las más interesantes. El día está soleado y solo hay algunas nubes en el cielo. Cuando miro hacia arriba descubro que un avión está a punto de pasar justo sobre la cruz de la iglesia y que ambos tienen la misma forma.
La luz del amanecer ilumina desde atrás a una mujer con el pelo teñido de rojo brillante rodeada de personas en sombra. No se le ve la cara pero a cambio los rayos dibujan sus rizos rojos como si fuese una corona.
Día de feria. A última hora, cuando la mayoría de la gente se ha ido a preparar la comida, tres feriantes hablan dentro de su tienda. Entre ellos y yo, colgados a la altura de nuestras cabezas, cuatro cojines con caras de perros. Justo entonces entra en escena un cuarto personaje que cruza bajo el único cojín al que le faltaba “un cuerpo”.
Solo pude hacer algunas de esas fotos. En los otros casos el instante fue tan breve que únicamente tuve tiempo de ver la situación durante un segundo antes de que desapareciese, así que engrosan la lista de las fotos que no hice (y nunca me las quitaré de la cabeza, lo sé).
Lo bueno es que todos esos momentos me recuerdan una de las cosas que más me gustan de la Fotografía de calle y encienden la chispa de esta entrada.
Podemos convertir lo ordinario en extraordinario
Los lugares que frecuentamos están llenos de momentos irrepetibles que aparecen y desaparecen ante nuestros ojos. Si algo me ha enseñado la Fotografía de calle es que la magia está realmente en cómo miramos el mundo y no tanto en lo que sucede en él. A través de nuestra mirada podemos convertir lo ordinario en extraordinario. Somos así de afortunados.
No importa si sales buscando algo concreto o si lo haces a dejarte sorprender. Lo verdaderamente importante es que no dejes de mirar de manera consciente y de escudriñar lo que pasa frente a ti (y detrás de ti, y a un lado y a otro) con la certeza de que a todas horas y en todos los lugares pasan cosas que vale la pena fotografiar y mostrar.
Si consigues mirar más allá de las cosas para ver su aspecto un simple paseo con la cámara puede convertirse en un catálogo de sorpresas.
Tienes una misión: sal ahí fuera y muéstranos esas cosas que solo tú ves.
¿En qué te fijas cuando sales a hacer Fotografía de calle? ¿Qué quieres mostrarnos? ¿Qué es eso que no ve nadie más que tú? Cuéntame a través de los comentarios.
Gracias por leerme y por compartir esta entrada entre tus contactos.
Jota.
Las fotografías que no son, que quedaron en la memoria (y el deseo!), son el crecimiento más certero muchas veces. Pero duele…jajaja…es verdad.
Jota, junto con saludarte, te comento que yo a la fotografía llego por dos vías principales: los libros y la música. En esta última, seguí por años a un gran cantautor chileno (Javier Barría), donde más allá de hacer planos generales o primer plano, desarrollé el cariño por los plano detalle en un momento y tratar de buscar lo que ‘no veía el público’…o quizás sólo yo. Endemoniadas posturas de dedos para su guitarra y el deseo de ver sus ojos mientras canta (canta con esa pasión que lo lleva para adentro, en el escenario).
Fue mi mejor crítico en su momento y así salí a la calle, a buscar lo que un lugar conocido creía identificarme…detalles, visiones que la gente pasa por alto, buscar contrastes, elementos de la vida cotidiana del lugar…y todo sintonizado a mi espíritu fotográfico.
Pasar a lugares desconocidos (más allá de la luz dominante), pasaba por documentarme del lugar, ya sea histórica, social o políticamente, para así entender rostros, actividades, emociones que se llevan al día a día de la localidad o ciudad. Y nuevamente, buscaba a la gente, sus pasos, sus reglas que las dominan, climáticas, musicales, deportivas.
Sigo aprendiendo, leyendo, “videando”, charlando de fotografía y lo hago cada día, y siento hoy el convencimiento de que mi fotografía está absolutamente alineada con lo que siento en mi interna, ya sea para hacer reposo de las imágenes o para trabajarlas una vez que vuelvo de algún recorrido fotográfico. Es algo ‘autobiográfico’.
Resumiendo y respondiendo tu pregunta, me muestro yo en las imágenes, cada imagen es un relato de vida, una historia por si sola o en serie.
El click final, es sólo un respiro, un buen respiro.
Cada día aprendiendo.
Abrazos Jota!
Guau Jano. Mil gracias por compartir tu forma tan personal (e intensa) de vivir la Fotografía y, por lo que parece, todo lo demás. Es un honor que me sigas y me leas, y aprender también de tus palabras.
Otro abrazo Jano!
Jota.