
La Torre de Belém es uno de los monumentos más conocidos de Lisboa. Está situada estratégicamente en la desembocadura del Tajo, y fue concebida como una defensa ante posibles ataques allá por el siglo XVI. Se encuentra al final de un paseo que rodea toda la ciudad, siguiendo el margen derecho del río, prácticamente en frente del Monasterio de los Jerónimos, otro gran reclamo turístico.
El tiempo acompaña; hace incluso calor si tenemos en cuenta que estamos en pleno mes de Febrero, así que ese paseo está atestado de turistas que recorremos a pie la distancia entre el Monumento a los Descubrimientos y la Torre.
Composición y técnica
Cuando estás en un lugar tan concurrido puedes optar por tratar de escoger un punto de vista con las menos interferencias posibles, moviéndote y esperando pacientemente a que nadie (o prácticamente nadie) se cruce en el encuadre, o por el contrario intentar conseguir algo mínimamente interesante aprovechando lo que a priori parece un problema. Como dice mi admirado Bryan Peterson: “si la vida te la limones, haz limonada”… ;-)
Pruebo con la segunda opción, esta vez.
Hace sol, mucho sol, tanto que lamento no llevar encima las gafas, el reflejo de la luz en las piedras blancas del suelo llega a molestar y obliga a entornar los ojos. La parte positiva es que es fácil alcanzar una buena velocidad de obturación con una sensibilidad baja, en este caso 1/550 a ISO 400 (podría haber bajado incluso hasta 200, el mínimo ofrecido por la cámara, pero tiendo a dejar un margen por si entro en una zona de sombra). Ese tiempo de exposición ha sido escogido por la máquina ya que he fijado un diafragma f/8 en modo prioridad a la apertura, ajusto la distancia de enfoque de forma manual en aproximadamente 3,3 metros, para que todo lo que esté de la mitad de esa distancia hasta el infinito aparezca en foco (es lo que se conoce como distancia hiperfocal).
Me muevo alrededor del grupo de turistas, buscando un hueco entre ellos por el que se cuele la silueta de la Torre. Justo en ese momento la mujer de la derecha se gira hacia su compañero…
Click.
Qué funciona
¿Nunca has tenido la sensación de que a veces visitamos lugares espectaculares con el “piloto automático” puesto? Pasamos por allí en un suspiro, sin apenas prestarles atención. En cierta forma esa es la sensación que transmite esta imagen; se diría que nadie ha reparado en el impresionante espectáculo que es la Torre de Belém. De todos esos rostros ninguno se dirige hacia ella, si acaso el chico de la mochila, pero diría que ni siquiera él la está contemplando.
Es una imagen eminentemente vertical, a pesar de que está encuadrada horizontalmente: los cuerpos de los turistas y el enorme volumen de la torre se elevan hacia el cielo e imprimen dinamismo al formato apaisado.
A pesar de que son más de las 12 (hora local), las sombras son lo suficientemente largas como para destacarse en el suelo, en combinación con los cuerpos recrean un aspecto tridimensional que no siempre se puede conseguir en las fotografías (sobre todo cuando la luz del sol cae a plomo desde lo alto).
El gesto de la chica girándose y haciendo volar el bolso a su lado, perfectamente congelado por una velocidad de obturación elevada, da un punto de interés a la imagen. El hecho de que sea la única que hace algo distinto a los demás, y que vaya (al contrario que ellos) vestida de color y con un abrigo blanco, la destacan aún más del grupo.
¿Qué opinas? ¿Conoces Lisboa? ¿Tienes fotos allí? Coincidirás conmigo en que es una ciudad con una luz espectacular… No dejes de contar en los comentarios, están ahí para ti! Y recuerda compartir la entrada en tus redes si te ha gustado. Gracias! :-)
Apuesto que al final hubo beso….
Quizás, no sabría qué decirte: ya estaba buscando la siguiente foto! ;)
Gracias por pasarte y contar, Rúa. Siempre un placer recibir tu visita.
Jota.
Cuánta gente delante del monumento! Y qué bien le queda jeje :D
Gracias Víctor! A veces lo mejor es, en lugar de luchar contra el “enemigo”, firmar una tregua y hacerlo partícipe del resultado. :D
Abrazo!
Jota.