
Contexto
Es imposible no echar de menos Japón si has estado allí. Con el paso de los meses la sorpresa de experimentar un mundo completamente distinto al tuyo da paso a una admiración serena y al revisar las fotografías reconoces gestos que explican una forma de entender la vida. Eso es justo lo que me ha hecho traer esta imagen hasta aquí.
El templo sintoísta Fushimi Inari-Taisha está a sólo unos kilómetros al sur de Kyoto, es muy conocido por sus senderos flanqueados por miles de puertas torii rojas que ascienden hasta lo alto de la colina, donde se sitúa el santuario principal. Caminar bajo esas enormes puertas pintadas de rojo y separadas por apenas unos centímetros es una experiencia increíble, muy difícil de expresar con palabras.
Llegamos cuando empieza a anochecer, afortunadamente la estación del tren está justo a la entrada del recinto y tenemos el tiempo justo para verlo bajo los últimos rayos de luz. Como en la mayoría de los templos hay tiendas para comprar amuletos y ofrendas; en la única que permanece abierta un vendedor atiende pacientemente a los últimos clientes del día, quizás ya superada la hora de cierre.
Composición y técnica
Una de las cosas que más impresionan de Japón es la forma en que se atiende a los clientes. No importa si se trata del negocio familiar de varias generaciones de artesanos, una librería atestada de volúmenes o un pequeño puesto de souvenirs, la educación y paciencia son la norma siempre.
La calma y elegancia de este tendero parecía resumir a la perfección el espíritu de servicio al cliente que habíamos experimentado en todos y cada uno de los negocios visitados.
Me acerco al mostrador para que la tienda ocupe todo el encuadre y hago un par de disparos de prueba para comprobar la luz. Es ya muy tarde y ésta escasea, lo que me obliga a emplear una sensibilidad alta, aunque al optar por una apertura relativamente grande (f/4) para centrar la atención en lo que sucede detrás del mostrador el ISO se queda “sólo” en 1600. La combinación f/4 e ISO 1600 arroja una velocidad de obturación de 1/75, suficiente para registrar correctamente al comerciante que se mueve lentamente.
Ya sólo falta centrar al protagonista, buscar una posición que permita verlo a través de los clientes y esperar al gesto adecuado.
Click.
Qué me gusta
Por supuesto el rostro del vendedor, ligeramente tapado por el marco de la ventana pero perfectamente iluminado por la luz interior de la tienda es lo que sostiene la imagen. Su gesto personifica la atención exquisita y paciente, que se toma su tiempo y que no escatima esfuerzos para agradar al cliente. El hecho de que sea la única cara a la vista no deja lugar a dudas de que es una foto sobre el vendedor y su oficio.
El tono cálido del interior del establecimiento contrasta con la luz azulada de una tarde nublada. Hay un contraste más que vale la pena destacar: el aspecto tradicional de las ropas y el resto de elementos de la tienda se contrapone a las vestimentas de los turistas tras el mostrador, como enfrentando el mundo del pasado al de hoy.
Y por último, la división del espacio en tres franjas horizontales creadas por las zonas oscuras y claras del encuadre crean una cierta sensación de sosiego a pesar de tratarse de una tienda, un lugar en el que esperamos una transacción rápida e impersonal, al menos si contemplamos la escena desde el mundo occidental. De paso, la parte iluminada llama la atención sobre el centro de la imagen donde, de hecho, está sucediendo lo interesante.
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