Editado: hoy -10 de septiembre de 2019- ha muerto Robert Frank. No recuerdo que la muerte de nadie a quien no conocía personalmente me haya afectado tanto como esta. Sirva esta entrada como un homenaje y como muestra de mi admiración. Que la tierra le sea leve, Mr. Frank. Le echaremos de menos.
Robert Frank, el fotógrafo de origen suizo que vino a este planeta el 9 de noviembre de 1924, comenzó un día un viaje que iba a cambiar para siempre la historia de la Fotografía. Conoce un poco mejor al mito.

Una vida nómada
A Frank se le quedaba pequeña Suiza, así que tras su periplo por varios continentes coge un barco que lo deja en New York en la primavera de 1947. No sabe exactamente lo que quiere pero tiene claro qué no quiere. A la espalda trae un riguroso aprendizaje con Hermann Segsser, Michael Wolgensinger y Victor Baberat, y en la mano un libro titulado 40 Fotos, modestamente encuadernado con una espiral pero lo suficientemente potente como para hacerlo merecedor de un trabajo a la sombra de Alexey Brodovitch, el legendario Director de Arte de Harper´s Bazaar, que lo convence para que use una Leica, mucho más manejable que la Rolleiflex que ha venido empleando hasta entonces.
El suizo sigue viajando, visita Europa (reside durante una temporada en el desaparecido Hotel Sol, en Valencia), América Central y del Sur, y a su vuelta a New York participa en la exposición “51 American Photographers” comisionada por Edward Steichen.

En el otoño de 1954, Brodovitch y Steichen, junto al no menos ilustre Walker Evans secundan su solicitud para la beca de la John Simon Guggenheim Foundation en la que se propone, en palabras del propio Evans: “explorar y documentar el tipo de civilización nacida aquí (en los EE.UU.) y que se ha extendido a todas partes”. Aunque hoy en día se conoce a Frank principalmente por el libro consecuencia de esa beca, el padrinazgo de esos mitos no deja lugar a dudas de que a sus tienta años ya contaba con un trabajo de calidad, desarrollado tanto en New York como durante sus viajes.