
Larry Towell es un fotógrafo canadiense de la quinta del 53. Nació en el seno de una familia en una zona rural del país y tras estudiar en la Toronto’s York University pasó una temporada trabajando como voluntario en Calcuta, lo que lo llevó a fotografiar y a escribir. Tras enseñar música se convirtió en fotógrafo freelance, centrando su trabajo en las vidas de los menos favorecidos y siempre con un enfoque humanista.
A los 35 años entró a formar parte de Magnum Photos, desde entonces no ha dejado de acumular reconocimientos y premios en todo el mundo.
Su portfolio en la página de la agencia contiene imágenes (siempre en blanco y negro) que van desde la intimidad y la vida sencilla de su familia en el campo a las peores consecuencias de los conflictos, pasando por su visión del 11-S y también por un trabajo en torno a una población de Menonitas del que forma parte la fotografía que te traigo hoy.
La imagen
Aunque posiblemente la parte más interesante de la fotografía está en el centro del encuadre (te hablo de eso más adelante) la zona que capta nuestra atención de forma inmediata es el rostro del chaval en primer plano.
Las caras y en especial los ojos siempre reclaman nuestra mirada, al fin y al cabo en el mundo tridimensional también las buscamos para establecer un canal de comunicación con los demás. Por eso una mirada a cámara siempre nos atrapa y nos mete en la fotografía (ya no somos sólo testigos de algo, alguien nos mira a la vez a nosotros haciéndonos partícipes de lo que pasa).
La disposición de los personajes guía a nuestros ojos desde el primer plano hacia el fondo de la imagen, recorriendo todo el encuadre: niño, niña, niño, granero y un cultivo que parece extenderse hasta donde alcanza la vista. Cuando hemos llegado al final podemos imaginarnos que entre los críos y el lugar en el que se encuentran hay algún tipo de conexión.
Se dice que los conjuntos de 3 elementos son especialmente atractivos en Fotografía (mejor que sólo 2, mejor que 4 o más). En esta imagen los tres personajes llenan por completo el encuadre, de derecha a izquierda y de abajo a arriba.
Aunque todos son visualmente atractivos, la niña colocada justo en el centro de la fotografía (un punto obvio de interés), mirando hacia el cielo y con gesto ausente mientras los otros dos parecen pendientes del fotógrafo es como una foto aparte dentro de la foto principal.
Vale la pena detenerse en cómo la sombra que se ha creado tras su cabeza y su brazo la enmarca y simplifica la lectura de esa zona de la imagen.
Siguiendo con los chicos, su disposición crea un pequeño juego visual (que también vimos en esta imagen de Vivian Maier). Ninguno de los dos se ve por completo: lo que falta en el cuerpo del que está erguido es precisamente la parte que vemos del que está cerca de nosotros…
Por cierto, tampoco vemos la totalidad del cuerpo de la niña, colocada de tal manera que crea una diagonal que conecta a los otros dos (posiblemente sus hermanos).
En la imagen no se aprecia movimiento pero podemos sentir el viento moviendo las hojas de derecha a izquierda, la misma dirección en la que se inclina el horizonte acentuando esa sensación.
Me gusta pensar que la niña está escuchando el sonido de esas hojas meciéndose y ajena a lo que pasa a su alrededor.
¿Cómo ves esta imagen de Larry Towell? ¿No te parece magnífica? ¿Hay algo que te llame especialmente la atención en ella? ¿Algo que no acabe de gustarte? Me encantaría conocer tus impresiones a través de los comentarios… Si te ha gustado, comparte esta entrada en tus redes (gracias!) y no olvides que hay toda una sección del blog dedicada a este tipo de análisis… ;-)