Si algo te apasiona tienes que lanzarte a enseñarlo. No importa si nunca has sentido el impulso de hacer “de profe”, descubrirás que ponerte delante de un grupo a hablar de lo que más te gusta te da a cambio muchas cosas.
Aunque este post va de por qué deberías impartir un curso de Fotografía, no te lo tomes todo al pie de la letra; si lo que realmente te interesa es cualquier otra disciplina las conclusiones podrían ser exactamente las mismas…

Empezamos.
- Enseñar es aprender dos veces. Cuando llevas un tiempo estudiando y practicando algo lo normal es que en tu cabeza se agolpe a una buena cantidad de información: aspectos básicos que comparten “espacio” con enseñanzas útiles, con datos menos importantes y con otros completamente prescindibles. Para impartir un curso tienes que empezar por definir un temario (asegúrate de que abarca hasta el nivel adecuado y, sobre todo, que tienes suficientes conocimientos para desarrollarlo con solvencia). Después ve ampliando cada punto, repasando los conceptos básicos y reconstruyendo de paso un esquema mental que pondrá cada cosa en su lugar: lo importante en la base, y encima todo lo demás. No hay nada como volver a empezar desde el principio… Por no hablar de todo lo que puedes aprender de tus “alumnos”!
- Para enseñar tienes que volver a lo básico. Una cosa es saber y otra muy distinta transmitir conocimientos. Tienes que asimilar y comprender los conceptos básicos en profundidad; sólo así podrás explicarlos de una forma sencilla, sin artificios. De modo que escoge bien las ideas clave que quieres transmitir, simplifícalas al máximo y busca un par de ejemplos ilustrativos. Eso te ayudará no sólo en tu curso, sino también cada vez que cojas la cámara. A partir de ahí no te preocupes por las dudas que puedan surgir entre tu audiencia; no puedes tener preparadas todas las preguntas, pero si tienes claros los conceptos podrás encontrar prácticamente todas las respuestas.
- Por la emoción de descubrir “los secretos”. Uno de los mejores momentos que puedes vivir dando un curso es cuando percibes que alguien “ve la luz” y comprende cómo hacer que las decisiones sobre sus fotografías sean suyas y no de la máquina. “¿Y yo puedo hacer eso con mi cámara?” es una pregunta que surge muchas veces… Y la respuesta es casi siempre “sí”! Sin duda este es mi motivo favorito, el que hace que todo el tiempo y el esfuerzo valgan la pena.
- Es divertido y conoces gente. Pasarás unas horas rodeado de personas que comparten contigo, como mínimo, una afición. ¿Qué más necesitas para disfrutar y ampliar tus círculos? No pierdas la oportunidad de conocer un poco mejor a tus “alumnos”, quién sabe qué más podéis tener en común, y sobre todo, asegúrate de que todos se sienten cómodos, será más fácil.
- Renovarás tu amor por la Fotografía. Dar un curso sobre lo que te apasiona es una manera magnífica de avivar esa llama. Compartir tus conocimientos con otros, ayudarles a comenzar ese aprendizaje que nunca acaba y que a cambio ellos te contagien el entusiasmo del “novato” es algo que no deberías perderte por nada del mundo. Hará que disfrutes aún más, si cabe, de la Fotografía, y a partir de ahí todo será distinto, mejor.

Así que ya lo sabes. Anímate y organiza un curso de Fotografía o de eso que tanto te gusta. Créeme si te digo que recibirás tanto a cambio que es imposible que te arrepientas.
Dedicado a los asistentes a los Cursos “Ve Más Allá del Modo Auto” hasta la fecha. Gracias a todos!
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Enhorabuena por la maestría y la recompensa sensitiva fruto de esta experiencia, que deduzco fue magnífica.
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Aperta, J.
Es un tópico, pero también es cierto: no aprendes de verdad hasta que no has enseñado.
Bicos. Gracias.
Jota.