Marchando una de reconocimientos en un contexto que (desgraciadamente) está más vigente que nunca: el Premio Pulitzer 2018 ha sido para la agencia Reuters en reconocimiento a su trabajo fotográfico documentando la crisis humanitaria de los Rohingya. Esta minoría musulmana que ha tenido que huir de Myanmar se hacina en el mayor asentamiento de refugiados del mundo (casi 700.000 almas comparten espacio y escasos recursos en Kutupalong). Allí ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, trabaja a destajo para atenderlos mientras siguen entrando miles de personas cada día (a veces hasta 20.000 en 24 horas).

El monzón está a punto de alcanzar la región y se teme por la vida de una gran parte de los habitantes del asentamiento, la mayoría mujeres y niños, por la llegada segura de deslizamientos de tierra, enfermedades e infecciones. Si las condiciones de vida en los campos de refugiados son ya de por sí penosísimas, la temporada de lluvia no hará sino empeorarlas.
La crisis de los Rohingya
Como consecuencia de una ofensiva militar gubernamental en respuesta a los ataques de un pequeño grupo armado, los Rohingya se han visto obligados a cruzar la frontera hacia Bangladesh para salvar sus vidas. Huyen de la destrucción y quema de centenares de poblados, asesinatos a quemarropa y violencia sexual; actos documentados en un informe de Naciones Unidas sobre la actuación del gobierno de Myanmar. Solo en las tres primeras semanas de la crisis más de medio millón salieron del país. Y el goteo sigue (a miles).

Los Rohingya son una de las muchas minorías de Myanmar, pero al contrario que a las demás vieron como, con la retirada de la ciudadanía en 1992, se quedaban sin derechos tan básicos como la sanidad, la educación, la libertad religiosa o la libre circulación. En definitiva son ciudadanos de segunda (de hecho ni siquiera ciudadanos), una minoría musulmana en un país mayoritariamente budista que los discrimina y persigue.
Hoy por hoy no parece factible que puedan volver a un país donde además los que no han huido están en condiciones todavía más duras: aislados en sus poblados y sin acceso a ayuda de ONGs extranjeras, muy limitadas y sometidas a una férrea vigilancia parte de un gobierno que ni siquiera reconoce a los Rohingya como refugiados.

Mientras tanto Bangladesh, un país ya de por sí superpoblado (son más de 160 millones de personas) soporta a duras penas el precio de este éxodo, y lo hace recibiendo solo una pequeña parte de las ayudas comprometidas por los demás países.
Las fotos y el papel de la Fotografía
Las imágenes de los fotógrafos de Reuters nos muestran el infierno.
La huida hacia un futuro incierto (la única alternativa a una muerte segura), poblados consumidos por el fuego, miradas llenas de miedo y desesperación, caminatas interminables (a menudo sin comer hasta llegar al campo de refugiados, muchos días después), lucha y llantos para llevar un saco de comida a una tienda improvisada donde espera la familia, cicatrices de bala en cuerpos diminutos o la muerte cebándose por igual en cuerpos de adultos y de criaturas de solo algunas semanas.

Más allá de la innegable calidad de un trabajo como este y de la dureza de algunas imágenes (que nunca debería ser una excusa para no mirar) tenemos que agradecer que todavía haya quien se acerca al otro lado del mundo a mejorar y a documentar la vida de quienes no han tenido la fortuna de nacer en la parte amable del planeta.
La Fotografía también puede (debe) ser una forma de hacernos ver las cosas que demasiado a menudo escapan a nuestro radar. Tenemos que cuestionarnos nuestras fuentes de información y qué intereses tienen en que sepamos precisamente lo que nos cuentan (y en que la idea que extraigamos de ello sea una muy concreta).
Y ahora una pregunta: ¿sabías algo de la crisis de los Rohingya antes de leer esta entrada? Confieso que yo no tenía ni idea antes de documentarme para escribirla. Nada. No había oído hablar de un éxodo que ya supera en números al de Ruanda en los años 90 (el mayor de la historia hasta la fecha). De hecho ni siquiera sabía situar exactamente Myanmar y Bangladesh en el mapa. No puedo evitar sentir una cierta vergüenza al admitir ambas cosas.

No sabemos porque no nos cuentan, pero la información está ahí a nuestro alcance y podemos (de nuevo debemos) elegir dónde obtenerla.
Las imágenes con su inmediatez y su lenguaje universal suponen la posibilidad de conocer una realidad que hasta ese momento nos era completamente ajena. Son una puerta de entrada para ver otras vidas, una chispa que puede encender la curiosidad por saber lo que sucede en el mundo.
Ojalá nunca dejemos de emocionarnos y de empatizar a través de ellas.

Si quieres ayudar
A través de este enlace puedes ayudar a ACNUR a mejorar las condiciones de los refugiados Rohingya en los campos de Bangladesh y en muchos otros puntos del planeta: ayuda humanitaria.
Muchas gracias por leer y por compartir esta entrada en tus redes para que llegue a más personas, contribuyendo así a una causa tan necesaria como urgente.
Jota.
Enlaces relacionados
- Web de Reuters con más imágenes del trabajo premiado.
- Reseña del libro Éxodos de Sebastiao Salgado, que por lo visto va a seguir vigente muchos años más de los que nos gustaría.