La Caza del Lobo Congelado emerge como el resultado de la inmersión de Ricardo Cases en el mundo de las monterías, con el que entra en contacto a través de un encargo para Magazine (la revista dominical de El Mundo) sobre el aniversario de la novela de Miguel Delibes “Los Santos Inocentes”.
Pulsa en la imagen de arriba para acceder a las fotografías en la web del autor.
El trabajo
Las imágenes directas y sin más artificios que el uso de flash se suceden y componen una estampa mitad cruda y mitad surreal: alguien escudriñando una ladera desde un todoterreno de decenas de miles de euros, urbanitas que disparan rifles de precisión sin un solo rasguño apostados en la distancia, que volverán a casa sin una mancha en la ropa comprada en una tienda del centro, como quien se hace con un disfraz, a su alrededor un séquito de currantes y de perros excitados que sí prueban la sangre recrean la fantasía que el cazador de fin de semana contará henchido a sus amigos.
El trabajo gana el concurso Nuevo Talento Fnac de Fotografía 2007, desde entonces se expone en en el Espai Catalá Roca de Barcelona y en GetxoPhoto y toma la forma de un libro autoeditado con la ayuda de la Universidad de Cádiz y el apoyo de Jesús Micó y los Cuadernos de la Kursala que puedes ver completo en la web de Have a Nice Boook, aunque ya sabes que nada supera la experiencia de pasar tú mismo las páginas…
Luís López Navarro escribe una introducción simplemente magnífica que aprehende la esencia del proyecto y que descubre el porqué del título (puedes encontrarlo en la web del trabajo):
Cuenta el dueño de un coto del norte de España que hace no mucho cazó un lobo. En los buenos tiempos, el animal hubiera sido disecado o quizás tirado directamente a la basura. Hoy, la pieza escasa e ilegal acabó sus días en un arcón congelador. “Si viene a cazar gente importante, lo sacamos del congelador un día antes y les decimos: mira lo que matamos ayer. Es lo que quieren ver”.
A medida que avanza la urbanización en España, la naturaleza va quedando cada vez más confinada. Cada vez es más la población que vive en ciudades, donde se concentra todo el trabajo y la actividad económica. Si uno se queda en el campo, el campo nunca será suyo: es necesario emigrar a la ciudad para conquistarlo.
Pero una vez que se está en la ciudad, la visión cambia. Se tiene el trabajo, el dinero y el bienestar pero se comienza a echar algo de menos. La conquista del campo se convierte en la conquista de un ideal romántico. El campo que quiere la ciudad no es un lugar salvaje, ni siquiera agrícola. Es un parque temático que representa el campo y al que uno puede acudir para consumir lo auténtico. Las casas rurales se esfuerzan por parecer muy rurales, los quesos muy artesanos, se les ponen nombres a cosas y lugares que no los tenían y la gente de la ciudad cree recordar cosas que fue en vidas o generaciones anteriores.
La lucha con la naturaleza es una de las cosas que hace hombre al hombre. Para el urbanita que puede pasar años sin ver jamás a los animales que come, sino apenas muslos y filetes, el hecho de matar un animal para comerlo supone un contacto con la realidad casi traumático pero excitante. Es la vida. Poder decir: lo maté YO.
Por supuesto, para eso también existen parques temáticos. Un coto de caza no es un monte salvaje donde aún quedan venados: es un espacio privado y vallado donde se crían venados y se les da de comer durante todo el año. Cuando llegue la temporada de caza, el urbanita vendrá de la ciudad en su todoterreno con asientos de cuero en busca de su experiencia. Se deja llevar por la sangre y el ambiente rudo que rodea la montería le devuelve aquello que perdió: el ser de pueblo. Con la escopeta en la mano, el español de pueblo que conquistó la ciudad recuerda que aún es un hombre, que puede sobrevivir.
Luego se hace una foto con su lobo congelado y se vuelve a subir a su todoterreno sin acabar de sentir que ha conseguido lo que venía a buscar.
En su mirada brilla la envidia a los perros que, borrachos de sangre, sí saben aún disfrutar como locos.
Para acabar de componer la escena es absolutamente necesario leer a quien lo vive desde el otro lado; esto escribe José de Caralt, montero y dueño de la finca en la que se desarrolla la historia:
La montería es un extraordinario espectáculo, paisajes increibles, perros cazando, y gente que ayuda a que todo funcione: perreros, guías, pastores, arrieros y guardas. La belleza plástica de la montería ayuda a amar esta activad y a olvidar lo que tal vez los detractores de la caza menos comprenden: matar.
Quisiera equivocarme, pero veo el porvenir de la caza, y sobre todo de la montería, muy negro. Nada ayuda: el “trofeismo”, la falta de tradiciones, la poca afición por parte de los jóvenes y de las mujeres. La comercialización (a veces abusiva) de las monterías, el papeleo y, aquel funesto Walt Disney que hacía hablar a los animales, les dotaba de sentimientos humanos e hizo que la gente llamase “Bamby” a los venados.
El autor
Ricardo Cases nace en Orihuela en 1971 y ahora vive en Torrent. Es Licenciado en Periodismo por la Universidad del País Vasco y miembro del colectivo Blank Paper y de la plataforma Amparo. En 2008 crea Fiesta Ediciones con la diseñadora Natalia Troitiño. En su web puedes disfrutar de sus otros trabajos.
Quiero agradecerle desde aquí su inestimable ayuda y colaboración para preparar esta entrada que quería compartir contigo desde hace mucho tiempo.
Compra aquí el libro de Ricardo Cases en la colección Photobolsillo, en Amazon.
Si te ha gustado la entrada no dejes de comentar y anímate a compartirla en tus redes! :-)
¿Te interesa el blog? ¿Te apetece recibir por correo electrónico un resumen de las entradas a medida que se van publicando? Sólo tienes que anotar tu dirección en esa casilla de la izquierda. Si además quieres mantener el contacto a través de otros canales, nada más fácil:
- Rubixephoto en Facebook
- @rubixephoto en Twiter
- jotaemebede en Pinterest
Gracias por pasarte y difundir el amor por la Fotografía. Nos leemos!
Regusto agridulce al verlo y leerlo… Me ha encantado!!
Sí, es un trabajo que indudablemente tiene una carga de crítica importante, pero eso también forma parte de la Fotografía. Me alegra que te haya gustado, Ricardo Cases tiene trabajos magníficos.
Abrazo!
Jota.
No dudo del valor documental y crítico de las fotografías del autor, lo que sucede es que no me gusta la caza ni la gente que mata animales. No entiendo cómo pueden disfrutar matando. A mi me gusta ver a los animales libres y vivos por el monte y como mucho dispararles con mi cámara de fotos. Esa es la caza que yo practico, la fotográfica.
Creo que precisamente en eso abonda el trabajo de Cases, en lo que de circo tiene la caza demasiadas veces.
Comparto tu opinión, como dijo un compañero (de esos especializados en dispararles en su entorno armado sólo con una cámara y un teleobjetivo) hace no mucho: “ojalá se vendiesen más cámaras y menos escopetas”. ;)
Saludos, Santy!
Jota.