
Independientemente de todo lo que se ha generado en torno al personaje de Vivian Maier (en el que profundiza el documental del que te hablé en su día), no se puede negar que aquella niñera suiza que hacía fotos para sí misma estaba dotada de un fabuloso talento para captar la vida.
Para mí está más que claro, es una de las grandes figuras de la Fotografía de calle; para comprobarlo sólo tienes que pasarte por la página oficial en la que John Maloof va mostrando al mundo sus capturas (tienes un enlace al final de esta entrada).
Ya he analizado antes alguna que otra fotografía de Maier, que además de retratar los personajes y situaciones con las que se cruzaba durante sus paseos (a menudo acompañada de los críos a los que cuidaba) había desarrollado una habilidad muy especial para los autorretratos; algunos son sencillamente prodigiosos.
Hoy te traigo una imagen que formaba parte de la exposición dedicada a la fotógrafa montada en la Fundación Canal Isabel II. Hay principalmente dos motivos para elegirla: en primer lugar porque a pesar de su aparente sencillez (o quizás precisamente como consecuencia de ella) fue una de mis imágenes favoritas de la muestra, y dos, es como un soplo de aire fresco entre las capturas de Maier a las que estamos acostumbrados, no sólo porque está hecha a color, sino también porque está tomada desde la altura de la cara.
En un determinado momento Vivian Maier se hizo con una cámara de 35 milímetros que cambió su forma de mirar, si bien su talento se mantuvo intacto.
Para muestra, un botón.
La imagen
El juego es evidente: un hombre (negro) elegantemente vestido sostiene en la mano una revista cuya portada es un retrato de otro hombre (también negro). Maier oculta la cara del primero y así la foto en su mano se convierte en el único rostro que vemos, y en cierta forma también en el que no vemos.
El hombre del traje mira hacia un lado pero el que ocupa la portada dirige sus ojos hacia los nuestros. La frase lo describe como el último mensajero. Cabe preguntarse cuál es el mensaje.
Pero hay más.
El encuadre está dominado por dos líneas muy evidentes. El cuerpo dentro del traje marrón lo divide en dos partes prácticamente iguales, como un eje en torno a lo que gira todo lo demás. Por detrás de él, la línea formada por la pared y la acera recorre el encuadre de un lado a otro, aporta profundidad y a la vez genera una cierta tensión dentro de la imagen.
Hay una segunda cara dentro del marco: se trata de una mujer que mira en dirección a donde estamos nosotros y el sujeto de la fotografía. Su posición respecto al eje del que te hablaba arriba es prácticamente simétrica a la situación de la revista, de forma que se crea una línea implícita que conecta ambos puntos.
Aunque probablemente es sólo la consecuencia de las decisiones tomadas por Maier para crear la fotografía que buscaba, la disposición de las líneas en el suelo y en la pared del edificio y su combinación con la diagonal que recorre todo el encuadre convierte lo que de otra forma hubiese sido una imagen plana en un espacio tridimensional, del que es más sencillo sentirse parte.
¿Qué te parece la imagen? ¿Ves algo más en ella que merezca la pena destacarse? ¿Qué opinas del legado de Maier, en concreto de sus tomas en color? Me encantará conocer tus impresiones a través de los comentarios.
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Excelente análisis. Y me ha sorprendido mucho ver una imagen de Vivian en color y tan bien resuelta que hasta parece que sea actual, que la haya hecho un buen streetphotographer de hoy en día…
Hola Ignasi. :)
Gracias por tu comentario! Estamos de acuerdo en que es una imagen sorprendentemente moderna a pesar de tener ya casi 40 años. Maier veía como pocos.
Saludos!
Jota.
La imagen se cae a la derecha, pero no tiene importancia, porque Vivian encuadró para que la fotografía de la revista quedara perfectamente enderezadal. Toda la fotografía gira en torno a ese rostro.
Hola Ana!
Tienes razón, no lo había visto así pero sin duda todo lo demás orbita alrededor de la revista. Un saludo y gracias por la aportación!
Jota