
Ayer nos dejó Rafael Sanz Lobato, conocido sobre todo por su trabajo sobre las tradiciones más arraigadas y sin duda, uno de los referentes de la Fotografía documental en España. Aunque tocó muchos otros palos como la Fotografía comercial, los retratos y bodegones, siempre será recordado por sus imágenes en blanco y negro de una España que ya nunca volverá; Sanz Lobato creó así un archivo de un valor incalculable.
Hoy es un gran momento para contemplar el capítulo que se le dedicó en La Voz de la Imagen, donde el propio fotógrafo repasa su vida y su carrera y, en poco más de diecisiete minutos, da una verdadera clase magistral sobre lo que significa ser un fotógrafo apasionado por su oficio y por sus sujetos. Para muestra…
Sobre la inigualable sensación de creer que ahí, delante, hay algo que merece la pena ser fotografiado:
Cuando ves una cosa y, de pronto, te enarcas como un gato, y vas a por ello de cabeza pensando que ahí puedes tener una gran foto, y si no lo consigues te llevas unos disgustos… Y eso produce un goce interior, cuando eres fotógrafo vocacional, como he sido yo, y autodidacta totalmente…. Rafael Sanz Lobato
Sobre los motivos para hacer de una cámara tu compañera inseparable:
Jamás, cuando he hecho fotos, he pensado en que esas fotos se iban a exponer. Hacía fotos por otra cosa, para alimentar mi espíritu, mi interior, mi afán que tenía por documentar todo lo que veían mis ojos… Rafael Sanz Lobato
Y sobre la humildad:
El autor debe escuchar pero no hablar nunca de su obra, ni mal ni bien. Tiene que escuchar. Rafael Sanz Lobato
La imagen
Es imposible quedarse con una sola fotografía del maestro, basta hacer una búsqueda en Google para comprobar cuántas y qué magníficas son todas, aunque te recomiendo que explores el archivo visual del Reina Sofía para contemplar una buena muestra.
De cualquier forma, si tuviese que escoger una sería la que encabeza esta entrada, que no forma parte de su trabajo más conocido, al fin y al cabo mi debilidad es la Fotografía de calle… Fue tomada en Génova, Italia, durante una sesión de sólo dos horas y el propio Sanz Lobato cuenta, en La Voz de la Imagen, cómo a pesar de la mirada amenazante del hombre del pitillo, aprovechó que se cruzaba un chaval para disparar sin llevarse la cámara al ojo.
No cabe duda de que el gesto del fumador es el que dota a la fotografía de toda su fuerza. Esa mezcla de desconfianza y amenaza crea una gran atracción sobre la parte izquierda de la imagen, que se equilibra, por cierto, con las masas visuales de los chicos repartidas por el resto del encuadre. Las cabezas, todas a la misma altura, hacen que nuestra vista lo recorra por completo, de lado a lado.
Lo que parece un hombro en la esquina inferior derecha, lejos de suponer un problema acentúa la sensación de que la fotografía fue hecha rápidamente, sin tiempo para despejar el encuadre como consecuencia de, una vez más, estar bajo la mirada de alguien.
Y, por último, esa esquina que divide la escena en dos partes y que, con la sombra que surge por detrás, genera sensación de profundidad en la imagen y “nos mete en la calle”.
En fin, este es mi pequeño homenaje a uno de los más grandes. Alguien que contribuyó de forma decisiva a preservar la memoria de los viejos (y duros) tiempos a través de fotografías inolvidables.