
Contexto
Koudelka fotografía el mundo de los gitanos entre 1961 y 1970, comenzando por los de su Checoslovaquia natal y viajando posteriormente a Rumanía, de donde volverá a Praga justo el día anterior a la invasión de la ciudad.
Lo que va a fotografiar esos días en las calles de la capital lo hará mundialmente famoso pero de forma anónima; su nombre figurará al lado de las imágenes por primera vez dieciséis años más tarde, tras haber ocultado su identidad para proteger a su familia de las probables represalias.
Entre medias, en 1975, Robert Delpire edita “Gitan, la fin du voyage”, y en Estados Unidos sale a la luz la versión americana, “Gypsies”. Sin duda ese es el trabajo por el que siempre se conocerá al fotógrafo checo quien, como los propios gitanos, vivió durante muchos años como un apátrida, vagando de unas tierras a otras.
La imagen
Ayer te contaba que este tipo de entradas va a quedarse en la incubadora, al menos hasta ver cómo evoluciona la L.P.I. que prohíbe mostrar imágenes de otros sin consentimiento expreso; de modo que esta va a ser la última gran imagen durante un tiempo, quien sabe cuánto. Como te imaginas, no ha sido fácil decidir con cuál decir “hasta luego”. Al final he optado por una de mis fotografías favoritas de todos los tiempos, una de esas que contienen muchas cosas bajo una apariencia sencilla.
Lo primero que llama la atención son esas dos masas que llenan casi por completo el encuadre, un magnífico caballo blanco y frente a él un gitano en cuclillas, como para hacerlo aún más imponente. La manta sobre el lomo inclina a pensar que no es un caballo cualquiera, sino su caballo.
Aunque ellos dominan el espacio hay hueco para un par de elementos más, mostrados sólo en parte y a cada lado; al combinarse con el “aire” por encima y por debajo parecen enmarcar a los protagonistas, como un coro.
La parte de la imagen en que las dos cabezas están a apenas un palmo de distancia es fascinante, incluso se ha captado ese instante en el que la frente del caballo es paralela a la del hombre, como un signo inequívoco de atención y conexión.
Una vez más la fotografía habla en realidad de algo que no se ve: la comunicación íntima entre un animal y su “dueño” que se entienden sin necesidad de palabras, en realidad mucho más allá de ellas.
Porque es evidente que estamos presenciando una conversación, quizás muda, pero llena de gestos y de mensajes que sólo ellos dos comprenden. Fíjate en la mirada del hombre y en esos pliegues en la garganta y el cuello del caballo mientras desciende a su altura, repara en esas manos que parecen matizar lo que quiera que se se están diciendo…
¿No te parece maravillosa? Pues hay un gran libro para descubrir este y otros trabajos del enorme Josef Koudelka, sin duda uno de los más grandes de la historia, alguien con una mirada personal y auténtica.
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Me encata esta entrada , me gusta leer los diferentes comentarios de las fotos porque siempre aprendo algo y eso me ha pasado con eltuyo , gracias
Hola Charo. :)
Los análisis de grandes fotografías son unos de mis contenidos favoritos: disfruto muchísimo haciéndolos. Me alegra que te gusten!
Saludos.
Jota.