
La entrada de hoy va de leer la situación y de cómo hacer una fotografía callejera probando todo lo contrario de lo que harías en otras circunstancias.
Está hecha con una focal de 35 mm en la playa de San Lorenzo, en Gijón, con 1/800 y f/11 a ISO 400, con una ligera subexposición (-2/3EV).
Normalmente en la calle para lograr fotografías inadvertidas, en las que somos completamente transparentes y no se nota nuestra presencia, nos interesa no llamar la atención. Cuando pedimos permiso a la gente para fotografiarla normalmente la espontaneidad desaparece y asistimos a una actuación.
No podemos reprochárselo, seguro que nosotros hacemos lo mismo cuando sabemos que vamos a ser fotografiados.
Pero a veces la única manera de lograr la imagen que quieres conseguir es asegurarte de que los demás saben que vas a hacerla. O al menos, que lo sepan quienes podrían echarla a perder.
Me explico, y para ello te cuento las circunstancias de esta imagen.
Estamos en Gijón, hemos ido hasta allí para hacer la presentación de una cámara en una escuela de fotografía próxima a la playa de San Lorenzo.
Al acabar la charla de introducción llega la hora de salir a la calle a poner a prueba las máquinas… Pero está lloviendo a mares. Nos resguardamos en una marquesina durante un buen rato, apuntando nuestras cámaras en todas direcciones, mientras esperamos que la tormenta nos de un respiro.
Entonces, de repente, deja de llover y se abre un pequeño claro en el cielo, justo sobre la arena. En unos segundos el grupo se ha dispersado; todos corremos hacia la playa para aprovechar lo que podrían ser solo unos minutos.
Cuando llevo un rato vagando por la arena veo, a lo lejos, un par de botas rojas y brillantes. El espacio vacío que las rodea las reviste de un cierto misterio, imagino una fotografía que es una pregunta: ¿qué hacen un par de botas de niño en medio de la playa, perfectamente colocadas y sin nadie cerca?
Tengo la imagen que quiero hacer en la cabeza, pero esas botas serán de alguien, y si me ve acercarme a ellas seguramente las quite de allí.
Empiezo a acercarme lentamente, mientras busco con la mirada a la posible dueña. Entonces veo, justo donde las olas rompen, una mujer con una niña pequeña descalza. Me pongo en su situación, imagino que si yo viese a alguien acercándose a mis cosas me pondría a la defensiva, o como mínimo me preguntaría qué hace.
Así que me aseguro de que me vea, a mí y a mi cámara, y justo cuando lo hace la alzo sobre mi cabeza y señalo con mi mano izquierda hacia las botas. Lo entiende enseguida y sonríe.
Con un gesto me da permiso y todo el tiempo del mundo para buscar la distancia exacta (más espacio alrededor de las botas se traduce en una pregunta mayor) y probar varias alturas de disparo.
Al final hago cuatro imágenes en un par de minutos, asegurándome de que madre e hija no entran en el encuadre (escondo así la respuesta a la pregunta que quiero plantear).
Me levanto y nos despedimos con una sonrisa.
Me encanta mucho esta fotografía.
Con TAN pocas cosas que se ven, pero a la vez TAN grandes mi imaginación vuela.
Enhorabuena y gracias por comunicarnos tus planteamientos en este arte, a mí particularmente me ayuda mucho.
Hola, Alicia! Me alegra un montón que la foto y la explicación te gusten, significa mucho para mí.
Un abrazo y gracias!
Jota.