
A menudo cuando busco fotografías para esta sección del blog me voy directamente a la página de la agencia Magnum Photos, y es que aunque conocemos bien a gran parte de los fotógrafos que forman parte de ella, especialmente a los clásicos, todavía hay mucho y (claro) muy bueno que descubrir.
Hoy me he detenido en el perfil de Michael Christopher Anderson, un fotógrafo norteamericano nacido en 1978 con un portfolio que abarca sus trabajos documentales como los que está desarrollando actualmente en torno a la juventud cubana y el conflicto en la República Democrática del Congo. Ha publicado en National Geographic y en The New York Times y ha aparecido en el documental de la HBO Witness: Libya.
La fotografía de Michael es un estallido de color y está llena de potencia visual, aunque muchas de sus capturas rebosan información de un lado a otro y de arriba a abajo, fue una visualmente sencilla la que me atrapó desde el primer momento, tanto que no puedo resistirme a compartir mis impresiones contigo.
La imagen
Esta fotografía de Michael Christopher Brown se apoya en la colocación del sujeto justo en el centro del encuadre, una elección que a veces por previsible puede resultar demasiado obvia, sin embargo esta imagen tiene muchos argumentos que la convierten en interesante. Por ejemplo, la luz que baña la cabeza de la mujer y que va convirtiéndose en sombra a medida que asciende; así consigue recrear el volumen de la figura (deducimos volúmenes sólo cuando hay sombras).
En una escena por lo demás prácticamente monocroma ese pañuelo (¿?) verde y el flequillo rojo destacan inmediatamente, al igual que el borde de la boca de la mujer, también pintada de rojo. El verde y rojo son colores opuestos en el círculo cromático lo que se traduce en que cuando aparecen uno al lado del otro como en este caso su contraste es máximo y se potencian mutuamente.
El resto de colores de la fotografía son tenues y similares entre sí (armonizan entre ellos), lo que potencia todavía más el efecto generado por el verde y el rojo.
Aunque es una imagen estática (no se aprecia movimiento y el sujeto principal está justo en el medio) hay diagonales que recorren el encuadre. No sólo rompen esa sensación de reposo al incluir una pequeña dosis de tensión, sino que también enmarcan el rostro de la mujer (la parte más importante de la escena) y generan un triángulo entre el borde de la cara y el punto donde se cruzan.
El fondo es regular, como un patrón de cuadros y de líneas que dividen el espacio. La combinación de apertura de diafragma, distancia a la persona enfocada y longitud focal consigue que aparezca lo suficientemente fuera de foco como para aportar contexto sin distraer la atención del personaje en primer término.
Y hablando del personaje, el hecho de ver sólo una pequeña franja de su rostro, sin posibilidad de interpretar el gesto (sólo intuimos la boca y no vemos los ojos) ni de reconocer a la mujer añade una buena dosis de intriga y por tanto, de interés…
Así Michael Christopher Brown nos deja a la puertas de la historia y somos nosotros los que, con los pocos elementos de que disponemos, tenemos que acabar de escribirla.
¿Conocías al autor? ¿Qué te parece la imagen? ¿Hay algo de ella en lo que no he reparado que te llame la atención? ¿Algo que te incomode? Me encantará conocer tus impresiones a través de los comentarios… Si te ha gustado la entrada, compártela en tus redes (gracias!).