Steve McCurry es uno de mis fotógrafos favoritos. Sus imágenes, al igual que las de Cristina García Rodero, tienen mucha culpa de que la fotografía se me haya metido tan adentro. Y no es casualidad que ambos formen parte de George Rodger y David “Chim” Seymour.
Porque sin duda el Sr. McCurry es un genio. Sólo así puede explicarse la emoción que emana de sus fotografías, dotadas de una belleza casi mágica. Por eso, tanto si sólo conoces su retrato de la refugiada afgana como si ya admiras su obra intentaré acercarte un poco a su vida.
Sus inicios
Steve McCurry nació en Philadelphia en 1950 y creció entre cámaras. En un principio se sintió atraído por la realización de documentales, hasta que la fotografía le atrapó por su facilidad para contar historias con pocos medios y sin la preparación y la planificación necesarias en el cine.

Comenzó a trabajar como reportero gráfico para un pequeño diario llamado The Daily Collegian. Durante un viaje por Europa descubrió que hiciese lo que hiciese para ganarse la vida, viajar tendría que formar parte de ella.
La India y Afganistán, donde todo cambió
Ahorró lo necesario para viajar a India y lo que en principio iba a ser una estancia de seis semanas se alargó hasta 2 años. El contraste con el mundo que conocía catapultó su visión y Steve aprendió a esperar.
“Si eres paciente, la gente olvida tu cámara y deja aflorar su alma.” Steve McCurry.

Su salto a las primeras páginas de los grandes diarios llegó gracias a una arriesgada aventura: al pasar desde la India a Pakistán conoció a unos refugiados afganos que le invitaron a cruzar con ellos la frontera hacia su país justo antes de la invasión soviética. Vestido y caracterizado como un Mujahideen más consiguió retratar aquella guerra y sacar los carretes cosidos a sus ropajes para no ser descubierto. Gracias a su coraje el mundo occidental tuvo conocimiento de un coflicto invisible, lo que le proporcionó reconocimiento y premios como el Robert Capa Gold Medal for Best Photographic Reporting from Abroad.
Esa vivencia le permitió orientar su carrera profesional, o mejor dicho, le permitió desviarse del plan aparentemente trazado, porque estaba firmemente decidido a no seguir fotografiando para un diario.
La chica afgana
Siempre es arriesgado usar términos absolutos. Pero quizás no resulte exagerado considerar esta imagen de la portada de National Geographic de junio de 1985 como la fotografía más reconocible de todos los tiempos.

La foto tuvo lugar en un campo de refugiados; McCurry paseaba entre las tiendas y un grupo de estudiantes con su maestra captó su atención. De entre todas las chicas destacaba una huérfana de intensos ojos verdes, no sin esfuerzo consiguió ganarse su confianza y hacerle un retrato que ha traspasado los límites del tiempo convirtiéndose en un auténtico icono.
Diecisiete años después el fotógrafo se reunió con ella, entonces todos pudimos conocer su historia y dejó de ser “la chica afgana” para convertirse en Sharbat Gula.
Una obra extensísima
La Guerra de Afganistán no es el único conflicto en el que se ha “inmiscuido”; Steve McCurry ha llevado su cámara a Beirut, Camboya, Filipinas, la Guerra del Golfo, Yugoslavia, el Tibet… y en todos esos lugares la ha dirigido hacia los civiles que sufren las peores consecuencias, haciéndolos visibles ante nuestros ojos.

Como consecuencia ha vivido situaciones peligrosas en las que llegó a temer por su vida. Él explica su supervivencia como el resultado de rodearse de buenos guías e intérpretes, de evaluar constantemente los riesgos y de actuar con un cierto margen de seguridad incluso en las circunstancias más adversas. Todo ello no impidió que el propio gobierno de los EE.UU. llegase a comunicar su muerte en al menos dos zonas en guerra aunque, según el propio Steve, lo más cerca que haya estado de morir fue durante un vuelo en Eslovenia que acabó estrellándose sobre un lago.
Pero si hay algo que McCurry hace como nadie es captar la belleza de lo distinto (para nosotros, claro). Su curiosidad y pasión por conocer otras culturas y mostrarlas explican en gran parte su obra, a la vez su capacidad para conectar con las personas le ha permitido crear retratos sublimes, en los que podría decirse que el retratado no mira a cámara, ni siquiera al propio Steve, sino a nosotros mismos, espectadores a miles de kilómetros, prácticamente en mundos distintos.
Lo que más admiro de los retratos de McCurry es el respeto con el que han sido realizados, no puedo recordar ni uno sólo que me haya transmitido otra cosa que dignidad. Su receta es sonreír, crear una atmósfera relajada, incluso divertida, y enseñar el resultado. Es, sin duda, una fórmula que le ha dado buenos frutos.

Cuando se trata de captar la vida tal y como ocurre McCurry no pide permiso, porque sabe que hacerlo puede cambiar la realidad y estropear una imagen, pero antepone el respeto por los otros a conseguir la imagen que busca. Ha aprendido que forzar una situación echa a perder una fotografía y trata de conseguirlas de una forma fluida, sin imposiciones. En esas situaciones el secreto es una mezcla de observación, paciencia e intuición.
“A diferencia del escritor, en mi trabajo, una vez que tengo hechas las maletas, ya no existe otra oportunidad para un nuevo esbozo. O tengo la foto o no. Esto es lo que guía y obsesiona al fotógrafo profesional, el ahora o nunca.” Steve McCurry.
McCurry lleva más de treinta (30!) años viajando una media de nueve (9!) meses con la cámara a cuestas, y piensa seguir así todo el tiempo que pueda… cuando no está retratando la vida o compartiendo su conocimiento en cualquier rincón del globo se le puede encontrar en Nueva York.
El estilo de un maestro
Admito que me cuesta valorar de una forma objetiva el trabajo de McCurry porque admiro profundamente su trabajo, pero es que la objetividad no tiene espacio cuando se trata de enfocar una obra como la suya. Cuando la fotografía emociona, la razón está de más.
Puedes comprobar que sus fotografías comparten algo, son reconocibles dentro de un estilo que ha perfeccionado a lo largo de todos estos años, forman una obra de dimensiones inabarcables y que sin embargo mantiene una coherencia.
Quizás a estas alturas sientas curiosidad por saber cuál es la fotografía favorita del propio Steve. En varias entrevistas se refiere a esta:

Son varias mujeres en medio de una tormenta de arena en la India. Fíjate en la composición, con esas vasijas en primer plano, las mujeres centradas y agrupándose para protegerse, cómo los árboles se desvanecen en el fondo y sobre todo en cómo las ropas evocan el movimiento del aire alrededor del grupo.
“Lo que es importante en mi trabajo es la fotografía individual. Fotografío historias por encargo, y por supuesto tienen que tener una coherencia. Pero lo que más importa es que cada fotografía se sostenga por sí misma, con su propio lugar y emociones.” Steve McCurry.
McCurry cree en la capacidad de la fotografía para contribuir positivamente al mundo, de generar un cambio; la ve como una herramienta para acercar mundos lejanos (no sólo en términos de distancia). Desde luego, si dedicas un rato a ver su obra, es fácil atisbar el poder de La Fotografía, así, con mayúsculas.
Algunos enlaces
Su web, con una sección de galería impresionante: www.stevemccurry.com
- Su blog
- Steve McCurry, fotógrafo de Magnum
- Su canal en Youtube
- Sus imágenes del 11-S, a sólo unas manzanas de donde vive
- Retrospectiva, imágenes y música
- El propio Steve habla de su obra en esta presentación
¿Qué opinas del trabajo de McCurry? Cuéntanoslo en los comentarios y recomiéndanos alguno de tus fotógrafos favoritos, ya de paso. No olvides compartir esta entrada en tus redes si te ha gustado. Gracias! :-)
Un post bien merecido dedicado a una persona que nos habla de personas con esa mirada directa que hace que nos quedemos embelesados contemplando sus imágenes.
Sin duda un grandísimo referente contemporáneo para todos los fotógrafos.
Saludos.
Hola Manuel. :)
Gracias, me alegra que te guste. McCurry es uno de los más grandes de la historia, de eso no cabe duda, durante un tiempo no dejaba de ver sus imágenes, aunque ahora me está dando por otro tipo de Fotografía de tanto en tanto vuelvo a la suya, es como ver a uno de los clásicos pero sabiendo que aún anda por ahí creando fotos magníficas, y siempre reconocibles.
Un placer seguir contando con tu visita. Abrazoª
Jota.