
Willy Ronis, el mítico fotógrafo francés, creó esta imagen mientras su mujer Marie-Anne se lavaba en una palangana en su pequeña casa de la Provenza. Ronis estaba pintando el piso superior, bajó a por una paleta para continuar con su tarea y cuando vio la escena corrió a por su cámara. Hizo sólo cuatro fotos. Presintió que había capturado algo memorable; y así fue, porque esta es probablemente su imagen más reconocible y famosa.
“No te muevas”, le dije y, con las manos llenas de yeso cogí mi Rolleiflex e hice cuatro disparos. Fue el segundo el que escogí.
Sólo fueron dos minutos. Los milagros existen, lo he comprobado. Nunca he estado tan ansioso como cuando revelé aquella película. Sentí que, si la imagen era buena, técnica y estéticamente, podría ser un momento álgido en mi vida, un momento prosaico de extraordinaria poesía.
Willy Ronis.
La escena es encantadora. La luz entra por la ventana que da al jardín y lo baña todo. Las sombras se extienden como un abanico tendido en el suelo, recortando las formas sobre el fondo y mostrando sus volúmenes. Esa luz parece convertirlo todo en real, en tangible.
El punto de vista, ladeado respecto a la pared del fondo, junto con la disposición de los objetos en el suelo genera una sensación de tridimensionalidad, se combinan para crear varios planos que abarcan la escena y que nos contienen también a nosotros, los espectadores.
Marie-Anne se alza en medio de la habitación como un eje en torno al que gira el resto de la estancia. La luz baña su cuerpo desde atrás, lo recorta y nos habla de carnalidad pero también de amor e intimidad.
Los demás objetos parecen espectadores contemplando una acción cotidiana como si fuese algo extraordinario. Y de hecho, lo es. Pero no se limitan a eso; aportan contexto y nos sitúan en una casa de campo, en medio de la vegetación, nos transportan a una forma de vida lejos del ritmo frenético de la ciudad.
Willy y Marie-Anne vivieron en esa pequeña casa hasta la muerte de ella, en 1991.
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Fuentes:
Esta entrada en Iconic Photos.
Interesantes tus comentarios y en especial esa narrativa de la mujer al contraste de aquella luz del 49: poesía pura.
Muchísimas gracias por esas palabras, Eduardo. Es una belleza de imagen, sin duda!
Un abrazo.
Jota.