
Hoy te cuento cómo hacer fotografía callejera aprovechando el poder de atracción de los rostros. La imagen que ilustra esta entrada fue hecha durante la celebración del Año Nuevo Chino en Usera, con una distancia focal de 40 mm, a 1/250 y f/8 con ISO 160.
Aunque casi nunca fotografiamos como miramos, basta con reflexionar un poco sobre cómo vemos para descubrir estrategias que nos permiten dirigir la atención de los espectadores de nuestras imágenes.
La mayor parte del tiempo miramos de una manera inconsciente, distraída. Normalmente, cuando salimos a la calle lo hacemos con un fin que no tiene nada de creativo. Eso hace que descodifiquemos la realidad en términos prácticos: los objetos y las personas se dividen entre aquellos que nos interesan y los que no.
Sin embargo, cuando piensas como un fotógrafo de calle cualquier cosa y cualquier persona pueden convertirse en un motivo, en un pilar sobre el que construir una imagen efectiva.
Se podría decir que a las fotógrafas y a los fotógrafos callejeros nos interesan más cosas y sujetos que al común de las personas, al menos en lo fotográfico.
Los objetos tienen forma, color, volumen y textura y están delimitados por superficies que en los bordes se vuelven líneas; todas esas características se pueden traducir en estímulos visuales que pueden resultar mucho más interesantes – una vez trasladados al encuadre – que el objeto en sí.
Si te preguntas si es posible hacer una gran imagen con la cosa más banal del mundo, pregúntale, por ejemplo, al enorme William Eggleston.
Con la gente pasa algo parecido, alguien completamente anónimo, en el lugar o bajo la luz adecuada, puede despertar nuestra imaginación, emocionarnos y encender una chispa en nuestro interior, aunque no lo conozcamos de nada y no vayamos a cruzarnos con esa persona nunca más.
Nos reflejamos en el otro, todo el tiempo, seamos conscientes o no.
Si bien la postura corporal y los gestos (de las manos, por ejemplo) envían mensajes muy potentes, son los rostros lo que más atrapa nuestra atención; piensa en cómo miras – aunque solo sea durante una fracción de tiempo – a los extraños cuando te cruzas con ellos en la calle.
En las fotos pasa lo mismo, las escaneamos y nos detenemos preferentemente en los rostros, si los hay, para descifrar los gestos.
Por eso, conscientes de su atracción, nos conviene manejarlos a nuestro favor: si hay una o varias caras en nuestras fotografías, los espectadores van a acabar mirándolas tarde o temprano, eso está bien si es lo que deseamos, pero si queremos atraer su mirada hacia otro punto del encuadre, la presencia de rostros puede ser contraproducente.
No es el caso de la captura que ves aquí: quería que el gesto de ese niño fuese el claro protagonista de la imagen, así que, consciente de que solo distraerían, me afané en dejar fuera del encuadre otras miradas (solo hay otra, justo sobre él, fuera de foco)…
Además, me agaché y quité la foto a su altura, para que la conexión fuese aún más clara, fotografiar a los niños así nos mete en su pequeño mundo y los convierte en las estrellas de la historia. Como debe ser.
Me encanto el articulo y el como compartes toda esta información.
Gracias, Salduos
Gracias a ti, Jorge!
Jota.