
Hoy te cuento cómo hacer fotografía callejera aprovechando la capacidad de las imágenes para sugerir historias. La fotografía que acompaña (y ejemplifica) esta entrada fue tomada en Tánger durante uno de mis talleres de fotografía de calle con una longitud focal de 35 mm y los siguientes ajustes: 1/160 y f/4 a ISO 3200, con una subexposición de un paso (-1 EV).
Por mucho que nos empeñemos en decirlo una y otra vez, una fotografía por sí misma no cuenta una historia. Una imagen, a lo sumo, puede ilustrar un capítulo, ser la página de una novela.
Una foto es una viñeta, no un cómic completo.
A cambio, cuando encadenas varias capturas en una secuencia puedes narrar una historia en orden cronológico u optar por transmitir mensajes más sugerentes que no construyen un relato ordenado sino un discurso más subjetivo y abierto en su interpretación (piensa, por ejemplo, en The Americans de Robert Frank).
Pero eso no significa que una imagen aislada no pueda dar pie a diferentes interpretaciones, que sea cerrada en su lectura o que solo muestre lo que se ve en ella. Qué va, para nada.
De hecho eso es, quizás, una de las cosas más divertidas de la fotografía: su capacidad para sugerir (que no contar) historias.
Ante una misma imagen cada quien se puede “montar su propia película”, quizás no sea un largometraje, pero cómo impedir que una fotografía dispare nuestra imaginación, que nos incite a adivinar qué pensaba quien la hizo o que a partir de ella escribamos la primera fase de un cuento.
Un cuento que podría empezar, por ejemplo, así: “Érase una vez un niño que, dormido en el sofá de una barbería, soñaba con ser una estrella mundial del pop”.
¿Qué cuentan tus fotos? ¿Qué oyes cuando las escuchas? Te leo.