31.03.2023

A veces, muchas veces, la clave está en hacerse las preguntas adecuadas.

Y a veces necesitas que alguien te enseñe a preguntar(te). No hace mucho que me enseñaron, pero las cosas han cambiado enormemente desde entonces.

Empecé a hacer terapia en 2016 como consecuencia de una crisis personal bastante profunda. 

Había llegado a un punto en el que no me entendía y tampoco me caía especialmente bien. Más bien al contrario, de hecho.

Siempre digo que empezar aquel viaje fue una de las mejores decisiones que he tomado nunca.

También la de hacerlo a tumba abierta, a saco. Y es que hasta entonces si algo me había caracterizado era nadar y guardar la ropa.

Cada uno de los tres profesionales por los que he pasado me ha aportado cosas diferentes, pero todos me han enseñado que en ocasiones es muy conveniente cuestionar nuestros pensamientos. 

Darles una vuelta.

Hoy voy a hablaros de lo que me enseñó el último. 

El último por ahora. Está muy bien eso de desarrollar las habilidades que te permiten vivir con más calma y saber – haber comprobado – que ahí fuera hay gente que puede echarte una mano contigo mismo cuando las cosas se tuercen.

Si te duele el cuerpo vas a alguien que sabe cómo funciona para que te ayude. Con los adentros es lo mismo.

Javier me aportó muchas enseñanzas, una de mis favoritas es que entre un suceso (interno o externo) y mi reacción emocional hay cosas que suceden en automático y otras que puedo entrenar y manejar.

¿Requiere práctica? Sin duda. ¿Es fácil? No mucho. 

¿Vale la pena? Y tanto. Absolutamente. Sí. Yes. Home claro, que diríamos en Galicia.

Pero si tuviese que quedarme con una aportación de Javier serían sus preguntas.

Al principio me dejaban un poco noqueado. Al final me las hacía yo mismo sin necesidad de que él las vocalizase.

Lo recuerdo perfectamente: le contaba lo que me inquietaba y a menudo él me devolvía un “¿y qué?”.

¿Cómo que y qué? Pues pasa esto y esto y esto…

¿Y qué?

No lo hacía siempre, claro, pero siempre siempre acertaba cuando el problema me lo estaba creando yo mismo.

Es que no he hecho tal. 

¿Y qué?

Es que se espera de mí nosequé.

¿Y qué?

¿Es como para tatuárselo o solo me lo parece a mí?

No es la única pregunta que nos conviene aprender a hacernos, hay más.

Otra de mis favoritas es “por qué” y funciona especialmente bien con los “debería”. 

Ya sabes de qué hablo.

Es que tendría que…

¿Por qué?

Es que tal y tal me ha hecho daño.

¿Por qué?

Muchas veces las respuestas no está fuera sino dentro y las preguntas adecuadas son lo único que las puede sacar a la luz.

A menudo lo que nos preocupa y nos duele se esconde detrás de un batallón de explicaciones que nos decimos a nosotros mismos y que no aguanta ni un par de asaltos ante los interrogantes adecuados.

Hazte las preguntas correctas y escucha atentamente lo que te respondes, como si estuvieses hablando con tu mejor amigo (guiño, guiño).

Sigue preguntándote y habla con tu gente, buscad las respuestas juntos, estoy seguro al 100% de que tú también puedes ayudar a los tuyos a que encuentren lo que necesitan.

Pero, sobre todo, no dejes de hacer y hacerte preguntas.

Dale una vuelta.

Un cálido abrazo.

Jota.

error: Content is protected !!