El otro día me di cuenta de que he leído mal toda mi vida. Fue como consecuencia de un libro que he leídos dos veces.
Pero no fue durante la lectura (la segunda), sino después.
Para explicarte qué sucedió tengo que empezar por otro libro, uno que por ahora solamente he leído una vez, se titula El Poder de las Palabras.
El título es un tanto grandilocuente, por eso prefiero el subtítulo, que tiene la culpa de que me hiciese con él. Bueno, el subtítulo y la recomendación de Javier, de la Librería Cámara en Bilbao.
Dice así: “Cómo cambiar tu cerebro (y tu vida) conversando”.
Quizás te estás preguntando si cumple lo que promete; te contaré que si bien no ha cambiado mi vida sí contiene mucha información contrastada (científicamente contrastada) que creo que podría mejorarla.
El libro va sobre el poder de lo que decimos y de lo que nos decimos. Explica que las palabras que escogemos cambian nuestra percepción del mundo. Que crean realidad.
Un ejemplo que me gustó especialmente: cuando decimos “estoy triste” estamos simplificando hasta el extremo una emoción que puede ser, en realidad, una mezcla de un montón de emociones y sensaciones diferentes.
Decepción, melancolía, nostalgia, enfado, cansancio…
Pero decimos “estoy triste” y automáticamente lo reducimos a algo muy limitado. Y ya solo vemos a través de ese término.
Perdemos matices.
El autor, Mariano Sigman – doctor en neurociencia – usa un término muy fotográfico para expresar esa reducción, dice que “perdemos resolución”, que “pixelamos una realidad compleja”.
Pero eso no es lo que ha hecho que de me cuenta de que llevo toda la vida leyendo de una forma muy mejorable.
Es otra cosa que también se explica en el libro: Sigman cuenta que las conversaciones con otros son una de las mejores maneras de ordenar nuestros pensamientos, de descubrir fallos en nuestros procesos internos.
En definitiva, que las conversaciones nos enseñan a aprender a pensar. No es solo que nos enseñen a pensar, nos enseñan a aprender a pensar.
Y así fue que, cuando me reuní con el club de lectura de El Club de Fotografía Callejera para hablar de Ver es un Todo, el libro de entrevistas con Henri Cartier-Bresson, me di cuenta de que Sigman tiene razón.
Porque compartir reflexiones propias y escuchar las de los demás (sobre un texto común, pero tan distinto para distintos ojos) hizo que viese cosas que se me habían pasado por completo.
Fui consciente de cómo y cuánto había reducido la lectura en base a mis propios filtros. De que mi percepción estaba pixelada.
Resulta que es mejor leer si después lo vas a compartir con otros. Como todo, en realidad.
Por eso te recomiendo que te rodees de gente que vea las cosas de manera diferente y que está dispuesta a compartir esa visión contigo y con los demás.
Personas que quieren crecer y a las que les encanta ver cómo los demás crecen. Gente como la que me arropa y me enseña a diario.
Si te estás dispuesto a descubrir que por suerte aún queda mucho por aprender, echa un vistazo a El Club y verás.
Acabamos de arrancar una nueva lectura. Quién sabe dónde puede llevarnos.
Nos vemos allí y en la calle.
Jota.