Que la fotografía callejera cambia vidas puede sonarte exagerado, sin embargo a Joel Meyerowitz se la cambió. Y a muchos de mis alumnos. Y a mí.
Pero imagino que estás aquí porque quieres mejorar tus fotos… Si es así tengo algo que te interesa, seguro.
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¿Que la fotografía no puede cambiarnos la vida? Sujétale el cubata.
El 15 de julio de 2014, en cuanto llegué a la fábrica en la que trabajaba como Responsable de Producción, el Director me llamó a su despacho.
Al abrir la puerta me lo encontré sentado a su mesa, rodeado por el enlace sindical y la responsable de administración.
“Esto no pinta bien”, pensé.
“Barros, hemos decidido que tu puesto no es necesario. Recoge tus cosas y ya no vengas mañana.”
Bajé a mi despacho y traté de digerir lo que acababa de pasar. Recogí mis cosas y me despedí de mi equipo en los minutos más duros del día.
Algo me decía que aquello podía ser lo mejor que me podía pasar, pero también estaba (bastante) enfadado y sentía que aquello era (muy) injusto, así que me dí unos días.
Te resumo muy rápidamente lo que pasó a continuación.
El “manual” decía que tocaba aprovechar mi experiencia, mis contactos y mi currículo para buscar un puesto similar o mejor que el que acababa de perder.
Pero al echar la vista atrás y repasar mis trabajos – teleoperador, responsable de calidad y riesgos laborales, supervisor de equipo y director de producción en un par de fábricas (incluyendo de la que me despidieron) – lo vi muy claro: no había marcado la diferencia ni me sentía identificado con lo que había hecho.
De aquellos curros conservaba un puñado de amigos para toda la vida y en ellos había aprendido un montón de cosas, pero me sentía insatisfecho.
Tres años antes había arrancado el blog y había pasado un año desde mi primer taller de fotografía, en una tienda de cómics, para cinco amigos. Aquel recuerdo era otra cosa, aquella mañana de 2013 sí me ponía una sonrisa en la cara.
Así que decidí apostar lo que me hacía sentir vivo… Y aquí seguimos, un puñado de años después.
Bien, esa es mi experiencia, pero créeme si te digo que no hace falta que tu vida dé un giro de 180 grados para que la fotografía la cambie de arriba a abajo.
Conozco todo el rato a personas que gracias a la cámara han descubierto su lado creativo, que ahora tienen una herramienta de expresión para el día a día y que persiguen la luz como un ser mitológico que, de tanto en tanto, se deja atrapar.
¿Quién es Jota Barros?

- Soy el mayor y el más bajo de tres hermanos. Sin duda fui el más travieso.
- Nací en Ourense, pero en mi DNI pone A Gudiña (en el 76 mis padres vivían allí). Yo siempre me he sentido de Tameirón, el pueblo de mis abuelos maternos, donde pasé las vacaciones de mi niñez y adolescencia.
- Aprendí a montar en bici muy muy tarde en un verano en el que acumulé todas las caídas que me había ahorrado (lo de la foto no cuenta, es un triciclo).
- Me enamoré de la fotografía mirando los suplementos dominicales, mientras mi padre leía los periódicos.
- Hay rumores de que rompí la primera cámara que llegó a casa, nunca se han encontrado pruebas.
- Yo solo recuerdo la segunda, una preciosa Yashica FX-3 Super 2000 que tengo cerca y todavía funciona.
- A la gente le sorprende mucho que no tenga acento gallego, pero tendríais que oírme cuando hablo por teléfono con mi madre.
- Mi padre se preparaba para ir a trabajar llevando un pequeño transistor por toda la casa, creo que por eso adoro la radio y tengo un podcast.
- Necesito la música tanto como el oxígeno y la fotografía, escucho de todo, pero huyo del reguetón como de la peste.
- Jugué muchos años a baloncesto en la calle. Soñaba con llegar a ser el próximo Jordan e ignoraba que me faltaban talento, constancia y sacrificio… Y que me sobraban tontería y postureo.
- Cuando quiero profundizar en algo, sigo recurriendo a los libros y a las libretas (en papel, obvio).
- Medito a diario desde hace años.
- Aunque odiaba la cocina, trabajé durante años para un blog gastronómico bastante conocido en el mundillo. Siempre me gustó comer, ahora también me encanta cocinar.
- Disfruto escribiendo a mano, se ha convertido en una manera de escucharme y entenderme mejor.
- Lo de “Jota” tiene una historia que arranca carcajadas e incredulidad cada vez que la cuento… Pero prefiero hacerlo en persona.
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