Guardo en mi cabeza las fotografías que más me gustan. A pesar de que mi memoria es pésima siempre hay espacio para seguir almacenando más y más imágenes de grandes fotógrafos (y claro, también para las de otros no tan conocidos). De vez en cuando se cuela alguna de las mías que, aunque no está a la altura, me trae buenos recuerdos por cuánto disfruté mientras las hacía o por mis sensaciones al verla acabada por primera vez.
Pero si hay un tipo de imágenes que reclama mi atención por encima de las demás son las fotografías que por un motivo u otro no hice, esas siempre copan las primeras posiciones de ese album que es mi cabeza. Puedo recordar exactamente qué me llamó la atención y por qué sé que me perdí una buena imagen; muchas veces soy capaz de rememorar todos los detalles de la escena: lugar, hora, qué estaba pasando, qué luz había… Un pequeño castigo por no aprovechar una ocasión.
Soy consciente de que es fácil idealizar las fotografías que no has hecho. A menudo pasa incluso con las que haces: ves algo que te llama la atención, buscas un punto de vista interesante (si tienes tiempo), escoges los ajustes adecuados, encuadras y disparas. Al fin y al cabo sólo tienes que hacerte dos preguntas, ¿recuerdas? Pero claro, la cosa no es tan fácil y a menudo al mirar la pantalla descubres que el resultado está muy por debajo de lo que esperabas, de aquello que habías “visualizado” en tu cabeza antes de disparar.
Lo bueno de las fotografías que nunca he hecho es que no tienen fallos, la composición es efectiva, la profundidad de campo es la justa y necesaria, no hay cables ni personas en el fondo que resten atención al sujeto principal, el gesto y los colores son justamente lo que pretendía conseguir… Por no hablar de las circunstancia que no he tenido que manejar: en mi cabeza aquella chica sentada en las escaleras de la biblioteca acepta encantada que, sin conocerla de nada, le haga un retrato en plena calle, el anciano sonriente de Santa Marta de Ribarteme no tiene inconveniente en que le detenga para hacerle una foto justo al lado de las flores y los cirios, el paisano en la motocicleta amarilla al que adelanto va lo suficientemente despacio como para que me de tiempo de parar el coche, bajarme y capturarlo justo cuando pasa al lado del cartel que veo unos metros más allá… Ya me entiendes.
Así que, decidido a perder cada vez menos oportunidades, he empezado a anotar esas ocasiones que dejo escapar por no llevar la cámara encima, por puro pudor o simplemente por no estar preparado. Sé que al repasarlas de vez en cuando las tendré (aún) más presentes, lo suficiente como para no permitirme bajar la guardia. ¿Adivinas dónde las llevo siempre conmigo?
Las fotos perdidas por no llevar cámara duelen, pero para mí son peores las que se escapan delante del objetivo.
Vas a disparar y suena en tu cabeza la voz de HCB recordándote lo del “instante decisivo”, decides esperar a que ella de un paso más antes de apretar y… la muchacha cambia de dirección, se cruza un perro, un niño, etc…
Esas duelen :-)
Un saludo.
Las que peor llevo son aquellas que no intento. Puedo “perdonarme” que por esperar a que todo encaje no las consiga, pero cada vez me disculpo menos por no atreverme a coger la cámara y dar ese paso que me acerque a una (posible) buena imagen. Afortunadamente creo que cada vez me pasa menos… :)
Gracias por pasarte y contar, Antonio.
Nos leemos.
Jota.
Este es un tema recurrente entre los fotógrafos y los aficionados a la fotografía, en mi blog también he hablado un par de veces de perder fotos.
En lo que estoy más de acuerdo es en que en nuestra mente esas fotos parecen perfectas… quien sabe, lo mismo de haberlas hecho hubiesen terminado en la papelera.
Hola Pedro!
En mi caso estoy seguro de que muchas de las fotos que no he hecho habrían acabado en la papelera, aún así habría preferido intentarlas… ;)
Muhcas gracias por pasarte y dejarme tus impresiones.
Abrazo.
Jota.
…
El otro día escuché una especie de excusa perfecta para estos casos. Las fotografías son esos recuerdos que no podemos guardar en la memoria.
Si eso lo unes a una memoria desastrosa, como es la mía, no te deja más remedio que fotografiar todo, a todas horas… :)
Bicos, P. J.
Para mi la última que no hice y que recuerdo a cada instante es del sábado pasado, un rostro de mujer que cuando quise disparar…. desapareció la ocasión.
Esa foto que no hice tardaré mucho tiempo en olvidarla.
Al menos la intentaste, Paco. Eso ya no puede quitártelo nadie. Ay, cuántas dejo de intentar que después no consigo olvidar… :)
Abrazo.
Jota.