Me encanta fotografiar a gente. Siempre he preferido las imágenes en las que hay alguna persona a los paisajes vacíos; me basta con que en el encuadre aparezca una figura humana para que la fotografía atrape mi atención y me invite a contemplar el resto.
Y sin embargo me cuesta mucho interponer la cámara entre mis ojos y alguien que es consciente de que le voy a hacer una fotografía. Incluso cuando cuento con el permiso explícito (y también implícito) el momento en que miro a través del visor y me dispongo a pulsar el botón tiene algo de incómodo, demasiado a menudo no me tomo el tiempo necesario para sacar el máximo partido de la situación.
Sin duda es algo que tengo que superar porque, como te decía arriba, no concibo la fotografía sin gente y, además, los retratos siempre me han atraído, quizás en parte por cuánto me cuesta enfrentarme a ellos pero sobre todo por la conexión que puede llegar a establecerse entre la persona fotografiada y quien contempla la imagen. ¿Acaso hay algo más potente que un retrato tal que quien lo mira puede ir más allá de los ojos y la piel de la persona fotografiada?
Pues bien, como quien no quiere la cosa, el otro día me sucedió algo que me enseñó una lección importante y me permitió descubrir por qué hago tan pocos retratos, a pesar de lo mucho que me gustan.
Si estás en una situación parecida quizás también te sirva…
Cuando puse un “no” en boca de una princesa
Había bajado a la feria de Allariz a hacer algunas fotos, llevaba algo más de una hora caminando entre los puestos y ya tocaba volver, de forma que bajé por delante de la iglesia de San Benito para enfilar hacia casa.
Justo cuando pasaba por delante de las tiendas de verdura vi a mis vecinos. G. llevaba a su hija más pequeña en una de esas mochilas que permiten tener los brazos libres mientras el bebé va pegado al pecho, A. caminaba unos metros por detrás, en la espalda llevaba unas preciosas alas de colores y una pequeña corona de gomaespuma en la cabeza. A. es una niña simpatiquísima de unos cinco años que habla por los codos.
– Hola A. ¿Sabes que vas muy guapa?
– Sí.
– ¿Me dejas hacerte una foto?
Dudó un momento. Y yo, como un resorte, me adelanté sin darle tiempo a contestar…
– Si no quieres no te la hago. No pasa nada. ¿Vale?
– Vale, no.
Sólo quería hacer una foto de recuerdo, una que quizás a A. le gustaría ver algún día para recordar aquella mañana en la que se vistió de princesa para acompañar a su padre y a su hermana a la feria. Ni se me habría ocurrido presionarla en caso de que hubiese dicho que no por sí misma.
A pesar de conocerlos, a pesar de contar con la complicidad que nos da vernos a diario algo en mi cabeza hizo clic y eché a perder la ocasión.
Lección aprendida
Estaba tan convencido de obtener una respuesta negativa que yo mismo zanjé la situación desperdiciando la oportunidad de conseguir una foto que quería hacer.
El problema no es ser consciente de que el otro puede negarse cuando le pides que se deje hacer un retrato (al fin y al cabo es una de las dos posibilidades); lo grave es dar por hecho que la respuesta va a ser “no”, porque eso podría hacer que directamente no lo intentes o que, como yo, te adelantes a su respuesta echando a perder la ocasión.
Lo peor son las consecuencias, sin duda. Una de ellas es dejar de intentar algunas fotografías que te gustaría hacer, y probablemente otra sea que la manera en la que pides permiso esté condicionada por la respuesta que esperas recibir. ¿Has oído hablar de la “Profecía de Autorrealización”? Básicamente viene a decir que tu actitud ante una determinada acción se ve condicionada por el resultado que esperas, hasta el punto de que puede influir en cómo la haces y por tanto en el desenlace.
Dicho de otra manera y llevándola a nuestro terreno, si cuando abordas a alguien para hacerle un retrato das por hecho que te va a decir que no, lo más probable es tu lenguaje verbal y corporal estén condicionados por esa suposición hasta el punto de echar a perder la oportunidad. En otras palabras: tu temor a toparte con un “no” contribuye a que, en efecto, eso suceda.
Afortunadamente aquella mañana me crucé con alguien que me enseñó que a veces estoy demasiado preparado para recibir un “no” por respuesta. Probablemente no era una princesa, sino un hada… ;-)
Cuéntame ¿cómo te acercas a la gente para hacerles fotografías? ¿Te cuesta pedirles permiso? ¿Pierdes oportunidades por no hacerlo? Me encantará conocer tus experiencias y reflexiones a través de los comentarios… Y no olvides compartir esta entrada en tus redes si te ha resultado útil (o divertida, quién sabe). Gracias!
Es cierto…pero no solo pasa con la fotografia, si no en la vida misma, si vas con el no por delante estas listo.
Tienes toda la razón Ricardo, a medida que escribía la entrada iba pensando precisamente eso. Gracias por el aporte, sin duda acertado!
:)
Abrazo.
Jota.
A mi me cuesta horrores acercarme a la gente para hacerles fotos, ni pregunto, ni disparo, así que pierdo grandes momentos y grandes fotografías. Una lástima!!!!
Poco a poco, Sara. Pero si sientes la necesidad de hacerlo, tendrás que ir dando pasos en esa dirección… A lo mejor la lección de la princesa puede ayudarte. ;)
Saludos, y gracias por pasarte y hablar!
Jota.
Un día de estos te cruzarás conmigo, llevaré unas alas de hada y una corona de princesa, sácame la foto, no me preguntes porque te diré….que sí.
Muuuua!
Cuidado, porque si nos vemos y no llevas el equipo completo voy a sentirme ligeramente decepcionado… Aunque te haré la foto, eso seguro! :D
Bico de vuelta.
Jota (para ti, Barros).
Mi Barros, prepara a cámara e esquece a decepción….
Tanto a cámara como a capacidade de sorpresa van de serie, xa o sabes. ;)
Bico.
Jota.
Me gustan las FOTOS que se hacen SIN PREGUNTAR porque me gusta la naturalidad y en cuanto preguntas esa parte se pierde. A los niños les encanta decir que no y a esa se lo pusiste en bandeja ;)
Lo mejor es cuando ves algo que que te encanta DISPARAR y luego preguntar… Si hace falta tb se piden disculpas:” Perdona pero es q te ví tan guapa, o tan guapo que no pude evitarlo… (El peloteo tb funciona) ;) Luego se la enseñas; si no le gusta la borras y punto!! Hay que ser valientes!!
Todo eso cuando te pillan claro! ;)
Hola Rocío, bienvenida! :D
También me gustan las fotografías inadvertidas, pero un buen retrato mirando a cámara, con unos ojos intensos clavados en el objetivo no está mal… ;-) Apuntadas esas técnicas para “robar” fotos de manera consentida. Gracias!
Y sí, claro, cuando no te pillan todo va rodado… ;-)
Saludos.
Jota.
Gustanme moito os roubados, pero teño moi poucos…dame pavor roubar unha foto…e sempre me pillan (era igual nos exames coas chuletas) unha pena por que encantame ver pasar a vida ;)
Ah, os roubados. Outra técnica que de fácil non ten nada. Hai quen é capaz de facer unha foto a pocos palmos e pasar desapercibido, ou de encaixar ás mil maravillas ser descuberto, como se nada. Non é o meu caso tampouco… :)
Grazas por pasar e contar, Bolboreta. ;)
Jota.
Este es uno de los motivos por los que me gusta ir con cámara grande, al pedir permiso, la gente creo que muchas veces acepta porque les das más confianza, no vas a poner su foto en cualquier sitio, y se presupone que van a salir bien.
Lo que más me fascina es cuando la gente directamente te para por la calle y te pide que les hagas una foto, algo que me ha pasado en montones de sitios diferentes.
Eso sí que no me ha pasado nunca, bueno, sí, pero sólo en fiestas y celebraciones, cuando los ánimos están caldeados… ;)
¿Crees que la cámara influye? Yo habría pensado que una pequeña sería una ventaja, por aquello de parecer un turista. Vaya.
Abrazo, gracias Víctor!
Jota.
Mu buenas, soy nuevo por aquí, antes de nada saludo jejeje, felicitarte por el trabajo q dedicas a este tu blog, y por compartir tus experiencias con todos. Soy un apasionado de la fotografía y de los retratos en particular, incluidos los q yo denomino retrato urbano porque siento como si el entorno me observara y intento devolverle la mirada desde mi objetivo, pura magia. Pero el tema de sacar fotos a la gente me encanta, al principio me resultaba algo mas complicado y notaba como mi “tensión” se podía llegar a transmitir a la persona fotografiada, poco a poco esa sensación desapareció yo ya no estoy tenso, creo q la aptitud a la hora de tener tu cámara entre las manos es vital y transmitiendo naturalidad y seguridad el resto fue llegando, así q ahora ya no tengo miedo a hacer retratos, saco mi cámara y disfruto, siento la trankilidad de la gente y es donde mas naturales y reales son. Siento el tostón, nos vemos.
Hola Iago.
Qué buena transición la tuya, no? Es genial que hayas encontrado la forma de conseguir lo que querías hacer a pesar de las dudas iniciales. Me gusta y admito que me ha pasado más de una vez, que cuentes eso de que la “tensión” del que toma la foto se transmite al retratado: no hay duda, cuanto más tranquilo y relajado estés mientras sujetas la cámara, mejores serán las sensaciones de quien está frente a ella. Cierto!
Gracias por pasarte y contar y por esas amables palabras, claro. Saludos! (Ah! y de tostón nada, un placer!)
Jota.